Hay batallas que definen una saga y otras que la trascienden hasta convertirla en algo irrepetible. El volumen 34 de One Punch Man, publicado recientemente en España por Ivrea, pertenece claramente a esta segunda categoría. No estamos ante un simple cierre del arco de Garou ni ante una escalada más de destrucción espectacular: este tomo representa el punto más alto, más ambicioso y más arriesgado de toda la obra de ONE y Yusuke Murata. Un volumen que rompe las reglas internas del manga, desafía su propio tono paródico y, durante cientos de páginas, convierte a One Punch Man en un relato cósmico sobre poder, pérdida y causalidad.
Tras el impacto emocional del tomo anterior, donde Garou alcanzaba el llamado Modo Miedo Cósmico y Genos caía brutalmente, el volumen 34 recoge directamente las consecuencias. Desde la primera página queda claro que ya no hay vuelta atrás: el enfrentamiento entre Saitama y Garou ha superado el plano humano, y la propia Tierra se convierte en un daño colateral inevitable.
Del planeta al vacío: el combate que ya no cabe en la Tierra
La decisión de Blast de trasladar el combate al espacio es una declaración de intenciones. ONE y Murata no buscan proteger al mundo por comodidad narrativa, sino mostrar que el conflicto ha alcanzado una escala que ni siquiera el planeta puede soportar. El choque de los Serious Punch provoca una liberación de energía tan descomunal que requiere la intervención conjunta de Blast y sus aliados interdimensionales para evitar la extinción global.
Este inicio marca el tono del tomo: todo es excesivo, imposible y deliberadamente absurdo, pero tratado con una seriedad sorprendente. El aterrizaje de Saitama y Garou en Ío, una luna de Júpiter, no es solo un cambio de escenario espectacular, sino una metáfora visual: estamos fuera de toda referencia humana, fuera de cualquier límite reconocible.
Saitama desatado: cuando el héroe decide tomarse la pelea en serio
Por primera vez en toda la serie, Saitama decide conscientemente luchar sin frenos. No hay apatía, no hay aburrimiento, no hay ironía. La presencia del núcleo de Genos, que conserva como un ancla emocional, lo empuja a un estado que nunca habíamos visto con tanta claridad. Sigue siendo Saitama, sigue siendo inexpresivo… pero cada golpe transmite una determinación absoluta.
La coreografía del combate en Ío es, sencillamente, histórica. Murata despliega aquí algunas de las mejores páginas de acción jamás publicadas en manga comercial. Técnicas encadenadas, portales convertidos en armas, inversiones de espacio, impactos que desgarran la superficie lunar. El Serious Table Flip no es solo un ataque espectacular: es la visualización gráfica de un protagonista que ya no juega.
El momento del Serious Sneeze, capaz de destrozar la superficie de Ío y afectar directamente a Júpiter, es una de esas escenas que redefinen la percepción del personaje. Saitama deja de ser “el héroe que vence de un golpe” para convertirse en una anomalía cósmica, una fuerza que existe fuera de cualquier escala conocida.
Garou: el villano que nunca quiso serlo
Si algo hace grande este volumen es que, en paralelo a la demostración absoluta de poder, Garou termina de consolidarse como uno de los personajes más complejos del manga moderno. Su obsesión con el “Mal Absoluto” se desmorona frente a la realidad: incluso con poder divino, incluso copiando a Saitama, no puede alcanzarlo. Y lo que es peor para él: descubre que Saitama no solo lo supera, sino que crece a un ritmo que él jamás podrá imitar.
La muerte de Tareo en la línea temporal original es el golpe definitivo. Garou entiende que su camino, por muy justificado que él creyera, solo conduce a la destrucción de aquello que quería proteger. La escena no es grandilocuente ni melodramática: es silenciosa, devastadora y profundamente humana. Garou no pierde como villano, pierde como persona.
Rompiendo la causalidad: el mayor riesgo narrativo de la serie
El uso del viaje temporal es, sin duda, el elemento más polémico y arriesgado del volumen. ONE decide romper la linealidad de la historia y permitir que Saitama, a través de la técnica de Garou, retroceda en el tiempo para evitar el futuro ominoso. En manos menos hábiles, este recurso habría sido un desastre. Aquí, sorprendentemente, funciona.
No porque borre las consecuencias, sino porque las conserva a nivel temático. Saitama no recuerda lo ocurrido, pero el núcleo de Genos sí. El sacrificio existe, aunque el mundo no lo recuerde. Esta decisión refuerza una idea clave del tomo: el heroísmo de Saitama no necesita reconocimiento ni memoria. Actúa, salva y sigue adelante.
La fusión del Saitama del futuro con el del pasado es una imagen potentísima, casi poética, que resume todo el arco: un héroe que trasciende incluso el tiempo para cumplir su promesa.
Después del cataclismo: consecuencias, juicios y humanidad
La derrota de Garou no llega acompañada de una ejecución ni de una redención fácil. El manga opta por algo mucho más incómodo: dejarlo vivir. Saitama cumple su promesa a Tareo, pero también demuestra una comprensión profunda de Garou. No lo absuelve, pero tampoco lo condena.
Las reacciones del resto de héroes —Sweet Mask, Bang, Metal Bat, King— construyen un cierre coral muy sólido. Cada uno representa una postura distinta ante la justicia, el castigo y la responsabilidad. El hecho de que Garou termine bajo la tutela de Bang no es un perdón, sino una oportunidad de reconstrucción.
El epílogo, con Saitama y Genos buscando los restos de su apartamento, devuelve la serie a su tono cotidiano. Después de viajar por el espacio, romper la causalidad y derrotar a un enemigo bendecido por una entidad superior, la preocupación vuelve a ser encontrar un sitio donde vivir. Y ahí reside la grandeza de One Punch Man.
El arte de Murata: una cima difícil de repetir
A nivel gráfico, el volumen 34 es una obra cumbre. Murata lleva su estilo a un extremo que roza lo inhumano: escalas imposibles, anatomías dinámicas, efectos de energía que llenan páginas enteras sin perder claridad. Cada doble página está diseñada para impactar, para quedarse grabada en la memoria del lector.
Especial mención merece el uso del espacio en blanco, del vacío cósmico y de los contrastes entre lo minúsculo y lo colosal. Murata no solo dibuja acción: dibuja conceptos.
Conclusión: el tomo que cambia One Punch Man para siempre
One Punch Man vol. 34 no es solo el final del arco de Garou. Es el volumen que redefine lo que esta serie puede ser. ONE demuestra que detrás de la sátira hay una historia capaz de hablar de sacrificio, de vínculos y de responsabilidad con una ambición descomunal. Murata, por su parte, firma probablemente el mejor trabajo de toda su carrera.
Ivrea vuelve a ofrecer una edición impecable, a la altura de un tomo que ya puede considerarse histórico dentro del manga contemporáneo.
Un volumen excesivo, arriesgado y memorable. De esos que no se leen: se experimentan.

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