El tercer tomo de Phantom Busters, publicado por Editorial Ivrea, confirma que la serie de Neoshoco ha encontrado su propio tono: una mezcla de comedia escolar, aventuras sobrenaturales y emociones adolescentes que se aleja del dramatismo habitual del género exorcista. Lejos de apostar por el terror o la solemnidad, este manga abraza el absurdo, la ternura y la energía del shonen más desenfadado, ofreciendo un relato ágil y entrañable que brilla especialmente en los momentos corales, donde sus personajes muestran una química natural y divertida.
El volumen continúa las peripecias de Eugene Korekishi y su excéntrico compañero Mogari Shishikuno, un exorcista atípico que, en lugar de sellar o destruir fantasmas, los devora literalmente. Junto con el reservado Kanzaki y otros miembros del club escolar de exorcistas, los protagonistas siguen enfrentándose a espectros en situaciones tan disparatadas como entrañables: batallas de karaoke contra fantasmas, gatos poseídos y sesiones nocturnas para vencer los miedos más íntimos. A través de estos episodios, el manga refuerza la idea de que los verdaderos monstruos no siempre son los espíritus, sino las inseguridades humanas.Este tercer tomo funciona como un punto de inflexión en la serie. Phantom Busters #3 amplía el universo iniciado en los volúmenes anteriores, manteniendo la frescura del tono juvenil pero con un mayor enfoque emocional en los personajes secundarios. En particular, el desarrollo de Kanzaki resulta uno de los aspectos más logrados del volumen. Su lucha por aceptar sus habilidades psíquicas y superar una dolorosa experiencia personal aporta un trasfondo conmovedor, equilibrando la comedia con un toque de melancolía muy bien medido. La decisión de sus compañeros de organizar una noche de pijamas para apoyarlo es, a la vez, una excusa para profundizar en su amistad y una muestra de cómo Neoshoco maneja los vínculos afectivos sin caer en la sensiblería.
El guion mantiene su estructura episódica, pero logra integrar con fluidez los diferentes tonos. La secuencia del karaoke, por ejemplo, combina acción sobrenatural, humor musical y una sorprendente dosis de ternura. A su vez, la búsqueda del gato perdido y la investigación de los fantasmas en la casa de Kanzaki refuerzan el carácter costumbrista del relato, aportando una calidez que recuerda a los mejores slice of life juveniles, sin dejar de lado los toques sobrenaturales que definen su identidad.
A nivel artístico, el dibujo de Neoshoco continúa evolucionando. El trazo, dinámico y expresivo, destaca en las escenas cómicas, donde los gestos exagerados y el ritmo visual transmiten una energía contagiosa. En las secuencias de acción, el autor demuestra mayor control que en los primeros tomos, alternando planos amplios con composiciones más cerradas que intensifican la tensión. El diseño de los espíritus conserva su aire caricaturesco, aunque cada uno tiene detalles únicos que los vuelven memorables. Lo más notable, sin embargo, es la capacidad del autor para equilibrar lo divertido con lo emotivo, especialmente en las páginas donde los personajes enfrentan sus miedos más personales.
Uno de los grandes aciertos de Phantom Busters es su tono accesible y universal. Aunque parte de la premisa del exorcismo y las criaturas fantasmales, el manga no busca el miedo ni el dramatismo, sino explorar el compañerismo, el crecimiento personal y la aceptación. Por ello, resulta tan atractivo para lectores jóvenes que buscan humor y acción, como para quienes aprecian historias sobre vínculos y autodescubrimiento. En este sentido, Neoshoco logra lo que muchas series shonen contemporáneas persiguen: entretener mientras transmite un mensaje positivo sobre la empatía y la superación.
El entorno escolar, las referencias pop y los guiños a otros mangas célebres —desde Slam Dunk hasta Jujutsu Kaisen— consolidan un universo que juega constantemente con la parodia sin dejar de ser coherente. La convivencia entre lo cotidiano y lo sobrenatural permite al autor mantener un tono ligero y juvenil sin renunciar a la profundidad emocional, algo que distingue a Phantom Busters dentro del catálogo actual de Ivrea. Si bien algunos lectores podrían esperar un desarrollo más ambicioso del trasfondo de Mogari o una exploración más seria del mundo espiritual, este tercer tomo demuestra que la fortaleza de la serie reside precisamente en su equilibrio entre diversión y corazón. Los personajes evolucionan con naturalidad, la historia se mantiene ágil y el lector termina cada capítulo con una sonrisa.
En conclusión, Phantom Busters #3 consolida a Neoshoco como una voz singular dentro del shonen actual: irreverente, cálida y llena de vida. Con su mezcla de humor, ternura y amistad sobrenatural, este volumen no solo mantiene el encanto de los anteriores, sino que profundiza en la humanidad de sus personajes. Es una lectura ligera, sí, pero también un recordatorio de que incluso entre fantasmas, lo que más asusta es quedarse solo.
