Tsutomu Takahashi en Manga Barcelona: claves de Jumbo Max, Detonation Island y Guitar Shop Rosie

Tsutomu Takahashi en Manga Barcelona: humor, oscuridad y rock para entender a Jumbo Max, Detonation Island y Guitar Shop Rosie

Hay autores que llegan a una rueda de prensa con el piloto automático puesto y autores que, en cuanto cogen el micro, convierten la sala en un pequeño espectáculo. Tsutomu Takahashi fue lo segundo. Habló mucho, bromeó todavía más, se fue por las ramas cuando le apeteció… y, aun así, dejó una de esas conversaciones que te hacen entender de golpe por qué su manga tiene ese pulso tan físico, tan directo, tan humano. Porque Takahashi no “posiciona” historias: las vive, las mastica y las suelta con una mezcla rarísima de intensidad y cachondeo.

Tsutomu Takahashi en Manga Barcelona: rueda de prensa y claves de su obra

Un debut internacional y una curiosidad real por los lectores
La primera idea que repitió, de una forma u otra, fue simple: está agradecido y viene con curiosidad. Explicó que era la primera vez que asistía a un evento como este fuera de Japón y que, por lo mismo, no traía expectativas cerradas. De hecho, insistió en que todavía no había tenido la ocasión de contactar directamente con los lectores y que el encuentro real vendría con las firmas y el resto de actividades. Ese “no sé qué me voy a encontrar” no sonó a pose: sonó a alguien que, de verdad, estaba mirando a la sala para medir el ambiente.

Cuando se le planteó la típica pregunta de “si imaginaba que algún día su obra llegaría tan lejos”, respondió desde un lugar muy suyo: no piensa así. No trabaja con planes grandilocuentes, sino “paso a paso”, concentrado en lo que tiene delante ese día, esas páginas, ese volumen, esa entrega. Es una forma de estar en el oficio que encaja con lo que luego contaría sobre la presión editorial y la velocidad del sistema.

Tsutomu Takahashi en Manga Barcelona: rueda de prensa y claves de su obra

España, el rock y ese detalle que conecta sin esfuerzo
En medio de esa charla sobre distancias, expectativas y carrera, apareció un punto que me pareció especialmente bonito: la idea de conectar por algo tan básico como el rock. Al hablar de Guitar Shop Rosie, recordó que la obra gira alrededor de dos hermanos que regentan un taller de reparación de guitarras y que son fans de AC/DC. Y ahí saltó el guiño: AC/DC es una banda con una presencia enorme en España, con un imaginario que aquí se entiende con una sola palabra. Ese tipo de detalle, cuando funciona, es oro para un evento: no necesitas explicar nada, solo mirar cómo asiente la gente.

Tsutomu Takahashi en Manga Barcelona: rueda de prensa y claves de su obra

Cómo nace un mangaka: el manga en casa y dos nombres clave
Cuando se entró en su origen como autor, Takahashi lo planteó desde una mezcla de contexto generacional y experiencia doméstica. Contó que creció en una época en la que no era tan sencillo “leer manga” como ahora se imagina desde fuera, pero tuvo una ventaja decisiva: a su padre le gustaba el manga y lo compraba. Eso significaba que había manga en casa. Y cuando un niño tiene manga en casa, tarde o temprano lo abre.

Entre las influencias que citó, aparecieron dos nombres muy concretos: Shinji Mizushima, referente del manga de béisbol, y Tetsuya Chiba, especialmente por Ashita no Joe, el clásico del boxeo. Lo describió como un impacto emocional fuerte: le sorprendió, le conmovió, le empujó a dibujar. Y remató con una idea casi cultural: en Japón, el manga es un entretenimiento tan integrado que “todo japonés” termina leyéndolo. En su caso, además, el dibujo se le daba bien y, con 6 o 7 años, ya tenía en la cabeza esa respuesta típica a la pregunta de “¿qué quieres ser de mayor?”: mangaka. Incluso lo planteó como algo al alcance de cualquiera que lo desee de verdad: si quieres, empiezas hoy.

Tsutomu Takahashi en Manga Barcelona: rueda de prensa y claves de su obra

Cine vs manga: el “qué” y el “cómo”
Aquí vino una de las explicaciones más jugosas. Takahashi contó que, en el avión, se había visto Misión Imposible durante el trayecto, y lo usó como punto de comparación para explicar cómo entiende la narración. En el cine, decía, lo que manda es el “qué”: qué va a pasar, qué viene después, cómo se sorprende al espectador con una cadena de acontecimientos. En el manga, en cambio, hay más espacio para el “cómo”: cómo piensan los personajes, cómo procesan lo que ocurre, cómo se enfrentan a una situación límite por dentro, no solo por fuera.

Esa diferencia explica, según él, por qué en su obra hay tanta tendencia a colocar a los personajes en escenarios tensos, ásperos, exigentes. Porque ahí, precisamente, es donde el “cómo” se vuelve interesante. Toda ficción necesita un conflicto, sí, pero lo que hace que una historia merezca la pena es observar el modo en que alguien lo atraviesa.

Tsutomu Takahashi en Manga Barcelona: rueda de prensa y claves de su obra

“Todas mis obras son iguales”… hasta que aparece Jumbo Max
Cuando se le planteó que su bibliografía parece moverse por mundos muy distintos, Takahashi soltó una comparación que se quedó flotando en la sala: es como la comida. Los platos pueden ser diferentes, pero al final sigues comiendo comida. Cambian ingredientes y preparación, cambia el contexto, pero el acto es el mismo. Para él, sus historias tienen más puntos en común de lo que parece desde fuera.

Y, aun así, admitió una excepción importante: Jumbo Max. Ahí la charla se puso interesante porque entró el tema editorial. Explicó que, en muchos casos, cuando se pacta una nueva serie, se tiende a pedir un héroe o heroína “atractivos”, un protagonista con el que el lector pueda identificarse desde lo aspiracional. En Jumbo Max, en cambio, se abrió un camino nuevo: un protagonista claramente antihéroe, mayor, calvo, nada idealizado. Esa decisión, por sí sola, cambia el tipo de historia que puedes contar, el tipo de humor que puedes permitirte y el tipo de incomodidad que puedes explorar.

En la conversación se mencionó también, como apunte reciente, que Jumbo Max había sido nominada a un premio importante, reforzando la idea de que esa “excepción” no solo se nota: también se reconoce.

Tsutomu Takahashi en Manga Barcelona: rueda de prensa y claves de su obraTsutomu Takahashi en Manga Barcelona: rueda de prensa y claves de su obraTsutomu Takahashi en Manga Barcelona: rueda de prensa y claves de su obra

Bōsōzoku, rabia adolescente y el corazón de Detonation Island
Si hubo un tramo en el que Takahashi dejó de sonar como un invitado simpático para sonar como alguien que lleva una historia guardada en el pecho, fue cuando se habló de qué obra contiene más de él. Su respuesta fue clara: su juventud como Bōsōzoku, esa subcultura asociada a motos tuneadas, ruido nocturno y una rebeldía que, vista desde hoy, mezcla lo ridículo y lo peligroso.

Hizo humor, sí. Se rió de la “tontería” de esa etapa y habló de esa clase de adolescentes como chavales que no tienen mejor idea que fastidiar al vecindario. Pero también dejó un matiz muy real: a los 16 años hay rabia, hay necesidad de salida, y esa salida puede ser el rock, el surf, cualquier cosa… o una moto trucada y un grupo con el que sentirte invencible. Lo dijo tal cual: lo que más le gustó en su vida fue tener 16 años. Fue divertido. Se creía invencible. Y, al mismo tiempo, era consciente de que no llevaba a nada.

Lo potente llegó cuando explicó por qué tardó tanto en contar esa experiencia. Ser Bōsōzoku tenía mala imagen y él lo mantuvo en secreto durante años. Hasta que un día, tras reencontrarse con un viejo compañero y revivir “batallitas”, vio en sus ojos un brillo distinto: ya no era solo tristeza, también era recuerdo, era algo que necesitaba salir. Y ahí aparece Detonation Island como una forma de expresión y, casi, de terapia.

El punto más duro fue el de las muertes. Habló de dos amigos que murieron y de cómo, cuando decidió contar esa historia, escribió y recitó todo lo que recordaba de aquel día: el tiempo, el aire, la luz. Subrayó que las escenas que dibuja no son una invención dramática: son imágenes grabadas, cosas que, según él, no puedes representar igual si no las has visto. Y lo convirtió en homenaje: a los que se fueron, a los que quedan, a ese grupo que formó parte de su vida. Aquí, por un momento, se apagó el chiste y apareció el autor que mira a la oscuridad sin apartar la vista.

Tsutomu Takahashi en Manga Barcelona: rueda de prensa y claves de su obra

Manben, ocho cámaras y la imperfección como método
Cuando se le preguntó por su método, el tema derivó hacia Manben, el programa de NHK que documenta procesos creativos. Takahashi contó que estuvo rodeado de cámaras (ocho ángulos) durante un tiempo de grabación, y que una de las primeras cosas que le dijeron fue que “gastaba demasiado” la pluma, que se extenuaba, que se cansaba. Él lo transformó en broma, se quejó con teatralidad, y también mencionó cómo otros mangakas le pedían tratar mejor el material.

Lo más interesante, sin embargo, fue cómo describió su técnica de tramas y sombreados: tinta diluida, plástico transparente, mesa de luz, pincel y azar. Le encanta el componente imprevisible, las gotas, los derrames, incluso los errores que manchan donde “no toca”. Lo comparó con una jam session: tocar en directo, donde cada ejecución es distinta. Esa imperfección, para él, mantiene vivo el proceso.

Y aquí conectó con el sistema editorial: la velocidad es brutal. Lo que sale de su mesa puede estar en librería en apenas un par de semanas. Buscar la perfección absoluta es imposible. El mangaka tiene que aprender un margen de tolerancia o se rompe. La presión mental es el verdadero filtro entre quien aguanta y quien no.

Su consejo final, casi como un mantra, fue inesperadamente tierno: dormirlo. Que el problema no pase a la mañana siguiente. Cada mañana es un nuevo día.

Oscuridad, sí… pero él habla de energía
Se le preguntó por influencias que lo hubieran “perturbado” por su forma de retratar la maldad humana. Y su respuesta fue muy suya: no cree tener una obra concreta que lo haya marcado en ese sentido. Le interesa más la energía. De hecho, insistió en que quiso ser músico de rock y que esa pulsión de hacer ruido, de sacar lo que llevas dentro, atraviesa su mirada.

También dejó claro algo que conviene decir en voz alta: su manga no es para niños. No pretende serlo. Y, aun así, ese matiz de “energía” evita que su obra sea una pose de oscuridad: no es “mira qué siniestro soy”, es “mira cuánta fuerza hay dentro de la gente cuando la aprietas”.

Guitar Shop Rosie y la magia realista de un taller
La parte final volvió a la guitarra con una idea preciosa: para él, quienes reparan guitarras hacen magia. No porque haya fantasía, sino porque hay conocimiento y técnica que, desde fuera, parecen sobrenaturales. Ese fue el motor de Guitar Shop Rosie: contar historias en torno a instrumentos que cargan vidas, recuerdos, cicatrices.

Aquí remarcó un mensaje central: cada guitarra tiene valor, sea vintage o contemporánea, cara o barata. Lo importante no es la marca ni el precio. Lo importante es la persona que la toca. Si el lector cambia su percepción y deja de medir el valor por la etiqueta, Takahashi sentiría que la obra ha cumplido.

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Jumbo Max, bromas, edad y lo que realmente le importa
Y sí, llegó el tramo más gamberro. Cuando se le preguntó por el concepto de Jumbo Max y su relación con la infelicidad masculina, Takahashi se lanzó a hacer chistes sobre la edad, rematando con una frase recurrente: “cuando lleguéis a los 50, lo entenderéis”. Hubo risas, hubo aplausos, y dejó un mensaje con doble filo: disfrutad la juventud porque se acaba.

Pero, más allá de la broma, quiso dejar claro el enfoque: no pretendía hacer una historia “química” ni un manual sobre nada. Su interés estaba en el amor, las relaciones humanas y el respeto. Y subrayó algo importante: no es una obra que diga que el sexo sea necesario para ser feliz, ni una obra que predique lo contrario como consigna. Es, más bien, un terreno incómodo donde los personajes se retratan a sí mismos, con humor, con fragilidad y con una humanidad que no queda bonita en un eslogan.

Al final, esa mezcla define la rueda de prensa: un autor que puede hacerte reír con un chiste de “pastillita” y, dos minutos después, hablarte de la muerte de dos amigos con un silencio que pesa. Takahashi es así: energía, sombra y una honestidad que no pide permiso.