Distrito Manga nos trae un nuevo tomo de la obra de Bomhat, Reino de Quartz #3, esa serie que mezcla característica de fantasía oscura, ternura aparente y violencia simbólica, expandiendo tanto la mitología angelical como los dilemas internos que definen a Blue, su protagonista. Con su clásico formato en rústica con sobrecubiertas extraíbles, la editorial ofrece una experiencia de puro disfrute para los lectores que buscan una historia juvenil más sombría, especialmente aquellos interesados en seguir el desarrollo de la colección seinen que Distrito Manga está construyendo.
A partir de aquí, Reino de Quartz #3 se adentra en un terreno más simbólico, casi onírico, cuando Blue decide arriesgar su propia vida y acceder al espacio interior que comparte con Tannith para intentar deshacer la maldición que amenaza con matarla. La secuencia, construida a base de paneles silenciosos y contrastes violentos entre luz y oscuridad, refleja la lucha íntima entre los poderes que Blue desconoce y la fuerza que la impulsa a proteger a quienes ama.
En esta zona liminal, la autora insinúa verdades enterradas sobre su pasado en el orfanato, sobre los experimentos que marcaron a muchos de los niños alados y sobre una profecía que relaciona a Blue con el destino de la diosa de la luz. Es aquí donde el tomo despliega sus mejores virtudes visuales, mostrando un estilo que recuerda por momentos a Witch Hat Atelier, pero teñido por la crudeza emocional de una historia más cercana a Madoka Magica o a los contrastes violentos de Made in Abyss.
Sin embargo, esta ambición narrativa también genera que el volumen se sienta irregular. La estructura es más caótica que en los tomos anteriores, con saltos de escena abruptos, transiciones poco claras y decisiones que se resuelven entre bambalinas sin un desarrollo completo.
Bomhat apuesta por un ritmo frenético que refuerza el dramatismo, pero que también puede resultar abrumador para el lector que busca una construcción más pausada. Aun así, el tomo logra mantener su magnetismo gracias al universo que propone y a la estética luminosa y oscura que domina el Reino de Quartz, un mundo donde el brillo de los arcángeles oculta sacrificios, experimentos y luchas de poder entre las casas nobles que manejan los hilos de la política y la religión.El papel del príncipe Cassian se vuelve más complejo, pues entiende que la profecía que señala a Blue podría ser la clave para romper con el orden establecido. Killian, el joven de una sola ala, también gana protagonismo en su deseo de ayudarla, mostrando un cambio sincero desde su anterior rechazo. Pero es Noah quien se convierte en la sorpresa del volumen.
Encargado de salvar a Blue en pleno palacio descontrolado, su intervención abre paso a un conjunto de flashbacks que revelan el horror vivido tras la matanza en el orfanato y las brutales pruebas que lo convirtieron en el campeón de la casa real. Este contraste entre inocencia, dolor y manipulación es una de las fortalezas narrativas de Bomhat, capaz de mostrar belleza y sufrimiento en un mismo trazo.
Hacia el final, la tensión aumenta cuando un nuevo desastre se desata y Cassian vuelve a invocar a Blue, consciente de que su poder —temido y venerado a la vez— es la única esperanza para encontrar a Alraune, el arcángel desaparecido. El cierre del tomo deja múltiples preguntas abiertas y prepara un escenario cada vez más oscuro, donde las ambiciones de la realeza, los secretos de la Iglesia y las fuerzas demoníacas avanzan hacia un enfrentamiento inevitable.
El arte como siempre se mantiene espectacular, mezclando el horror con lo onírico y la belleza de lo efímero en una danza sin igual que deja al espectador extasiado, pero que no termina de suplir el resto de la trama que no llega al mismo nivel. A pesar de su ritmo desigual, Reino de Quartz #3 sigue siendo una lectura absorbente para quienes buscan una fantasía juvenil con fuerte carga emocional, estética hipnótica y personajes atrapados entre la luz que veneran y la oscuridad que los define.





