Desde el instante en que Semantic Error llegó a las estanterías españolas mediante Panini Manga, se presentó como una apuesta fresca dentro del género BL: una historia que mezcla costumbrismo, comedia y drama con una ficha técnica potente (guion de J. Soori, dibujo de Angy, y una edición rústica sin sobrecubierta de generosas dimensiones—15 x 23 cm—al precio de 16,95 €).
Con cinco volúmenes previstos para completar la serie, este primer tomo no solo engancha sino que plantea conflictos emocionales profundos desde el choque de personalidades: Sangwoo, programador metódico y rígido, y Jaeyoung, diseñador rebelde con sed de venganza.
La premisa es sencilla pero efectiva. Sangwoo, un estudiante universitario de programación, vive por el orden y la lógica: cuando sus compañeros de grupo lo abandonan en un proyecto, él decide asumirlo todo —incluyendo borrar sus nombres de la presentación—. Esa decisión desencadena una cadena de eventos que arrastra a Jaeyoung, quien ve frustrado su graduación y su aspiración de estudiar en el extranjero. Hablando de coincidencias, Sangwoo acabará encontrando en Jaeyoung al candidato ideal para el apartado visual de su proyecto: un golpe del destino que ambos tomarán como una revancha personal.
El conflicto nace en terreno emocional y psicológico antes que romántico: la hostilidad de Jaeyoung, molesto por la injusticia percibida, se mezcla con el carácter inflexible y solitario de Sangwoo, creando una tensión constante que hace que cada interacción mínima importe. Angy y J. Soori construyen esa tensión con delicadeza: no esperan al beso para generar electricidad. En cambio, aprovechan miradas, silencios incómodos, y el choque entre esperanza y resentimiento para construir algo que crece lentamente pero con firmeza.
Uno de los grandes aciertos de Semantic Error es que no reduce a Sangwoo a un cliché rígido sin matices. Aunque su comportamiento puede resultar antipático o incluso cruel, el lector empieza a entender que su apego al orden es una defensa emocional. La serie sugiere —sin etiquetarlo explícitamente— que Sangwoo podría tener rasgos “neuroatípicos”: su rutina, su dificultad para procesar lo inesperado y su estrés cuando alguien altera su mundo. Jaeyoung, por su parte, opera más como catalizador del caos en esa estructura inamovible que Sangwoo ha construido. Cuando Jaeyoung, en sus acciones caprichosas, empieza a comportarse “amable”, al lector le cuesta discernir si es genuino o manipulación; esa ambigüedad es parte del juego emocional que el cómic propone.
El ritmo del primer tomo logra un equilibrio inteligente: no abusa del drama, pero tampoco se duerme en la comedia. Cuando Jaeyoung molesta sistemáticamente la vida de Sangwoo —alterando sus cafés, robando asiento, provocando malfunciones inesperadas— esas escenas graciosa tienen su contrapeso dramático: su impacto real en la estabilidad emocional de Sangwoo. Y cuando Jaeyoung da un paso hacia la comprensión (o al menos hacia la tregua), no se siente repentino: hay semillas sembradas que hacen ese quiebre creíble.En cuanto a las aspiraciones narrativas, Semantic Error apunta hacia un slow burn emocional: es probable que en los siguientes tomos la tensión romántica escale, pero todo está preparado para que ese ascenso no traicione las motivaciones de los personajes. El primer volumen plantea preguntas más que respuestas: ¿puede alguien como Sangwoo aprender a aceptar lo inesperado? ¿Puede Jaeyoung perdonar sin que su rencor se enroque? ¿Qué sucede cuando el “amor” choca contra la lógica?
También es notable cómo la edición de Panini apuesta por un formato de calidad: aunque es una rústica sin sobrecubierta, el tamaño generoso permite disfrutar plenamente de cada ilustración a color y a blanco y negro. El precio es ambicioso, pero la propuesta lo merece para quienes buscan un BL de carácter visual cuidado, con un guion que no teme incomodar y con personajes cargados de luces y sombras.
Visualmente, Angy despliega un estilo elegante, colorido y expresivo. El uso del color—presentes aquí desde el primer tomo— aporta una dimensión extra: los paneles no solo iluminan la acción, sino que reflejan estados de ánimo. Sangwoo viste casi siempre de negro y evita el rojo —un color que el lector sabe que lo afecta—; Jaeyoung, en cambio, recurre al rojo, al contraste, y al uso arriesgado del espacio. En escenas de tensión o ruptura, los fondos se diluyen, aislando a los personajes, mientras que en momentos cálidos emerge una composición que celebra la cercanía. Las viñetas que retratan la rutina de Sangwoo, con su horario implacable y sus herramientas de programación, resultan tan visualmente coherentes como simbólicas.
En conclusión, Semantic Error se presenta como una de las licencias BL más interesantes de los últimos tiempos en España. Su mezcla de comedia, drama, costumbrismo y conflicto emocional lo hace atractivo tanto para lectores habituales del género como para quienes se acercan por curiosidad. Este primer volumen no da todas las respuestas, pero sí establece con firmeza una tensión emocional que promete evolución y respuestas contundentes. Si te seduce una narración donde las emociones «rompen el código», este manhwa puede convertirse en uno de tus favoritos.






