Reseña de El diablo y Coral – Homs invoca al Fausto en la Praga más oscura

Con El diablo y Coral, publicado por Norma Editorial, el autor catalán Josep Homs firma su debut como autor completo, y lo hace con una obra que combina el preciosismo gráfico con una narrativa de profunda carga simbólica. Conocido por su espectacular trabajo en Shi o Millennium, Homs se sumerge aquí en una historia que mezcla la fantasía, el drama y la reflexión moral, ambientada en una Praga de 1938 asfixiada por el auge del fascismo y la inminente guerra. En este contexto de sombras políticas y espirituales, surge Coral, una joven judía de carácter indómito que comparte su destino con una presencia infernal: el mismísimo Diablo.

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En sus 112 páginas, El diablo y Coral se erige como una de las novelas gráficas más ambiciosas del cómic europeo reciente, una pieza donde arte y narrativa se funden en un todo inseparable. Homs demuestra una madurez artística excepcional y confirma que su talento no necesita guionistas ajenos para brillar. Lo que podría haber sido una simple fábula demoníaca se convierte, bajo su pluma, en una meditación poética sobre el alma humana, la fragilidad de la fe y el precio de la libertad.

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El punto de partida de la obra es tan sugerente como perturbador. Coral, hija de un rabino en coma y médium de un circo ambulante, ha convivido toda su vida con una voz interior —Satanás, literalmente— que la acompaña, la tienta y la atormenta. Solo ella puede verlo y hablar con él, y su vínculo se presenta como una condena heredada de su infancia: un exorcismo fallido que los unió de manera irrompible. Desde entonces, la joven ha aprendido a convivir con su demonio, tanto en el sentido literal como metafórico. Su vida nómada entre feriantes y tramposos es un intento desesperado de escapar de sí misma, y de esa voz que la empuja al límite. 

Pero todo cambia cuando Satanás le propone un trato: acompañarlo de vuelta al Infierno, rompiendo así la maldición que los une. Coral, sin embargo, pronto sospecha que tras esa oferta se oculta algo más oscuro —un secreto relacionado con su padre y con el papel que ambos jugaron en un ritual maldito.

Homs convierte esta trama en una relectura del mito de Fausto, pero también en un viaje íntimo al corazón de una joven dividida entre el bien y el mal, entre la libertad y la culpa. El diablo, lejos de ser una figura grotesca o terrorífica, adopta aquí un tono irónico y filosófico. Su diálogo con Coral remite inevitablemente a El maestro y Margarita de Bulgákov, pero también al cine de El exorcista o a la imaginería infernal de El Bosco. En esas conversaciones cargadas de cinismo, sarcasmo y lucidez, el demonio no es solo el tentador clásico, sino la voz interior que pone en duda la pureza de los humanos y su hipocresía moral. Coral, por su parte, se revela como un personaje brillante: una heroína trágica, arrogante, herida, que se enfrenta tanto a su destino como a la sombra de un padre que representa la fe que ella ha perdido.

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La ambientación de El diablo y Coral es, sin duda, uno de sus grandes logros. Homs recrea una Praga de entreguerras llena de contrastes: la ciudad de los tejados barrocos y las calles empedradas convive con la amenaza del nazismo que se cierne sobre Europa. Los escenarios no son meros decorados, sino un reflejo del estado mental de Coral. 

Los tonos sepia, los ocres que viran al rojo infernal, las sombras que devoran los muros y las luces que estallan sobre los cristales dan forma a una atmósfera hipnótica. Cada viñeta parece pintada con una intención casi cinematográfica, donde la composición y el color expresan más que las palabras. El autor alterna planos cerrados, que enfatizan la tensión psicológica, con espectaculares panorámicas de circo, cementerios y rituales prohibidos. La representación del Infierno es especialmente memorable: un paisaje de belleza terrible, mitad sueño y mitad pesadilla, donde el fuego y la carne se funden en una sinfonía visual.

A nivel narrativo, el cómic mantiene un ritmo ágil y un tono que oscila entre la fábula filosófica y el drama moral. Aunque el trasfondo histórico podría sugerir un discurso político más marcado, Homs opta por mantener la Segunda Guerra Mundial como un eco, un contexto que amplifica la lucha interior de Coral. No hay nazis en primer plano, sino los demonios —reales y figurados— que habitan dentro de los personajes. Esa elección dota a la obra de un aire atemporal, universal, en el que los conflictos humanos se reflejan más allá de su época.

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El trazo de Homs, expresivo y elegante, recuerda a los maestros europeos del cómic de autor, pero con una energía moderna que lo acerca al lenguaje cinematográfico. Su dominio del color es apabullante: cada tonalidad transmite emociones concretas, desde la calidez engañosa de los dorados hasta los fríos azules que anuncian la tragedia. Incluso el diseño del Diablo, que puede resultar menos imponente de lo esperado, encuentra su fuerza en la sutileza: su apariencia ambigua, entre lo humano y lo espectral, le otorga un aire de sofisticación inquietante.

Más allá de su despliegue visual, El diablo y Coral es, sobre todo, una historia sobre el perdón, la culpa y la redención. El vínculo entre Coral y su padre enfermo sirve como contrapunto emocional a su relación con el Diablo. Mientras uno simboliza el peso de la tradición y la fe, el otro encarna la tentación de la libertad absoluta. Entre ambos polos, Coral busca su lugar, y lo que Homs propone es que el verdadero infierno no está bajo tierra, sino dentro de nosotros. La obra funciona como un espejo en el que el lector se enfrenta a sus propias sombras, guiado por un dibujo de una belleza tan intensa como turbadora.

Norma Editorial acierta al ofrecer una edición en cartoné de gran formato, que realza la magnitud visual del proyecto. Un volumen precioso, inquietante y emocionante, que se disfruta tanto por su belleza plástica como por su carga simbólica. El diablo y Coral es, en definitiva, un viaje al corazón de las tinieblas con parada obligatoria en el alma de una mujer que se niega a ser poseída ni por dioses ni por demonios.