El segundo volumen de Astro Royale, publicado por Distrito Manga, confirma que la obra de Ken Wakui no es un simple experimento tras el fenómeno de Tokyo Revengers, sino un proyecto con identidad propia, capaz de equilibrar la acción sobrenatural con la crudeza de los vínculos humanos. Si el primer tomo funcionaba como una presentación frenética de personajes, poderes y contexto familiar, este segundo da un paso más: consolida el conflicto central en torno al clan Yotsurugi y sitúa a Hibaru frente a enemigos que representan la corrupción de los mismos deseos que dieron origen a los “astro”.
Los Ghostsheeps: un reflejo distorsionado del poder
La historia se traslada de nuevo a Asakusa, el barrio donde conviven tradición y caos urbano. Allí aparece Ghostsheeps, un grupo que utiliza sus astros como herramienta para perpetrar atracos y sembrar el miedo. Con ellos, Wakui introduce una variante oscura y nihilista de lo que significa portar un astro: mientras Hibaru y sus hermanos lo conciben como un arma para proteger o un símbolo de responsabilidad heredada, Ghostsheeps representa la apropiación egoísta y destructiva del mismo fenómeno.
La contraposición no es casual. Desde su debut, Astro Royale juega con la idea de que los astros son un reflejo directo del deseo íntimo de quien los recibe. Así, el grupo funciona como recordatorio de que los mismos meteoros que otorgaron a Hibaru la fuerza para proteger a su familia también pueden convertir a otros en verdugos. El choque entre ambas visiones es inevitable, y Wakui lo explota con un pulso narrativo que combina violencia descarnada y una carga moral evidente.
El regreso de Kinpa: pasado y presente en colisión
Uno de los giros narrativos más relevantes de este tomo es la reaparición de Kinpa, amiga de la infancia de Hibaru. El reencuentro no solo introduce un elemento de nostalgia, sino que también plantea nuevas dudas sobre la lealtad, los vínculos y la memoria compartida. Wakui demuestra aquí su habilidad para dar densidad emocional a la trama sin frenar el ritmo: Kinpa no es un simple recuerdo romántico ni un accesorio sentimental, sino una pieza clave que tensiona aún más la frágil estabilidad de Hibaru.
A través de ella, el autor nos recuerda que el protagonista no lucha únicamente contra enemigos externos. Su mayor batalla está en sostener la coherencia entre lo que desea ser —un líder fuerte y protector— y lo que realmente significa cargar con la herencia del clan Yotsurugi. Kinpa, con su mera presencia, resquebraja esa fachada, revelando al chico vulnerable que aún duda entre el deber impuesto y el deseo personal.
Acción con sello Wakui: violencia, dinamismo y crudeza
En el apartado visual, este segundo tomo confirma el estilo reconocible de Wakui. El trazo firme, las composiciones angulares y las expresiones intensas siguen siendo el corazón estético de la obra. Las escenas de combate con los Ghostsheeps, en particular, muestran un dominio del ritmo que alterna golpes secos con pausas dramáticas, generando una tensión que estalla en momentos clave.
A diferencia de otros shōnen recientes, Astro Royale no teme mostrar la crudeza del conflicto. Aunque los poderes sobrenaturales aportan espectacularidad, los combates conservan un tono físico, casi doloroso, que recuerda que cada enfrentamiento tiene consecuencias reales. Wakui evita la ligereza del “monster of the week” y opta por peleas donde la psicología de los personajes pesa tanto como la fuerza bruta.
La familia Yotsurugi: sucesión en disputa
El trasfondo familiar sigue siendo uno de los grandes atractivos de la serie. La muerte del patriarca no solo dejó un vacío de poder, sino también un mosaico de tensiones entre los hermanos. Aunque en este tomo la acción se centra en los Ghostsheeps, el espectro del clan Yotsurugi está siempre presente. Hibaru, como heredero designado, debe demostrar que su autoridad no depende solo del colgante en forma de bala, sino de su capacidad para proteger y liderar en un mundo donde los astros multiplican las tentaciones.
El contraste con Terasu, su hermano, permanece como una línea narrativa en segundo plano pero fundamental. La figura del “escudo” frente a la “bala” adquiere mayor sentido cuando Hibaru debe enfrentarse a un grupo que utiliza sus poderes sin códigos, lo que resalta aún más la necesidad de tener no solo fuerza, sino un marco ético que la guíe.
Un manga breve, pero ambicioso
Aunque Astro Royale solo se extiende a lo largo de seis volúmenes en su edición japonesa, este segundo tomo deja claro que Wakui ha sabido condensar en poco espacio una historia intensa, con ritmo acelerado y un trasfondo emocional bien trabajado. El reencuentro con Kinpa, la amenaza de los Ghostsheeps y la sombra del clan Yotsurugi configuran un relato que avanza sin pausas hacia un desenlace inevitable.
En este sentido, la brevedad de la obra juega a su favor. Cada tomo se siente como un capítulo crucial, sin lugar para relleno. Wakui comprime lo mejor de su estilo —el drama juvenil, la crudeza de la calle, la tensión moral— en un formato que no da respiro, y eso convierte a Astro Royale en una lectura especialmente recomendable para quienes buscan un shōnen directo, con corazón y con los pies en la tierra pese a sus elementos sobrenaturales.
La edición de Distrito Manga
La editorial ofrece de nuevo una edición cuidada: 208 páginas en rústica con sobrecubierta, con traducción de Gemma Tarrés Guasch que mantiene el tono callejero, áspero y juvenil de los diálogos. La adaptación resulta fluida, respetando las expresiones propias del argot sin perder naturalidad. El formato se ajusta al estándar de la colección, con impresión clara y papel de buena calidad.
Conclusión: un segundo tomo que refuerza la apuesta
Astro Royale vol. 2 confirma que la serie de Ken Wakui no vive de las comparaciones con Tokyo Revengers. Aquí se construye un universo propio donde los astros son metáfora de los deseos humanos y donde la herencia de la familia Yotsurugi se mide no solo en sangre, sino en principios. Con enemigos que encarnan la corrupción del poder y con la reaparición de figuras del pasado como Kinpa, la trama gana en densidad emocional y prepara el terreno para conflictos aún mayores.
La obra mantiene su mezcla de acción brutal, drama familiar y reflexiones sobre la lealtad, recordándonos que, en el fondo, lo que define a un líder no es la fuerza de su astro, sino la claridad de sus decisiones.