La alianza entre James Tynion IV y Christian Ward en Spectregraph, publicada en España por Norma Editorial en un precioso tomo cartoné, es una de esas raras combinaciones creativas que no solo cumplen las expectativas, sino que las superan con creces. Con 216 páginas repletas de atmósfera y desasosiego, la obra no solo reafirma el dominio de ambos autores sobre el género del terror, sino que también logra algo poco común: incomodar y fascinar a partes iguales.
La edición española de Norma Editorial hace justicia a la obra. El tamaño amplio (21,5 x 27,5 cm) permite apreciar el detallismo del arte de Ward, y la impresión en cartoné y a todo color realza los matices de la paleta cromática. Es un tomo robusto, de gran calidad, digno de coleccionistas, aunque su precio elevado puede echar para atrás a algunos. Sin embargo, la experiencia estética y narrativa que ofrece justifica cada euro invertido.
La premisa es tan sencilla como inquietante: una imponente mansión en la costa californiana ha permanecido intacta y envuelta en misterio durante décadas. Su propietario, un magnate obsesionado con el ocultismo y los secretos de la muerte, ha fallecido, y ahora la propiedad sale a la venta. La protagonista, Janie —una madre soltera y agente inmobiliaria que ya carga con sus propios fantasmas personales— recibe el encargo de mostrarla a posibles compradores. Lo que parece un trabajo rutinario pronto se convierte en una pesadilla en la que la realidad, el pasado y las presencias espectrales de la casa se entremezclan para arrastrar a Janie (y al lector) hacia un descenso al horror psicológico más intenso.
En manos de cualquier otro guionista, la historia podría haber caído en los tópicos del género. Pero Tynion es uno de los grandes arquitectos del terror contemporáneo, como ya demostró en obras como The Nice House on the Lake o Something is Killing the Children. Aquí, sin recurrir a sustos baratos ni gore explícito, construye un relato cerebral, cargado de tensión psicológica, en el que los verdaderos horrores no solo habitan las paredes de la mansión, sino también en el interior de sus personajes.
Uno de los mayores aciertos de Tynion es el cuidado con el que desarrolla a sus personajes. Janie no es una heroína arquetípica: es imperfecta, humana, y por ello resulta tremendamente cercana. Sus errores, su ambivalencia y su desesperación añaden capas de complejidad a una historia en la que nada ni nadie es lo que parece. La relación entre ella y Vesper —la misteriosa representante de la secta que custodiaba la casa— está llena de matices, oscilando entre la desconfianza, la atracción y la repulsión.
Además, Tynion introduce una carga temática notable sobre las relaciones humanas, la pérdida y la capacidad (o incapacidad) para superar el duelo. La mansión, más que un simple escenario, es una metáfora de los rincones oscuros de nuestra propia psique, con sus habitaciones laberínticas y sus secretos a medio descubrir.
Lo que hace de Spectregraph una obra tan especial es su capacidad para dialogar con los grandes clásicos del género —desde From Hell hasta Sandman, pasando por el terror gótico y las historias de casas encantadas— sin perder su identidad moderna y personal.
Tynion y Ward deconstruyen los clichés del “old dark house” para ofrecer algo más profundo: un retrato cruel de la podredumbre moral de las élites, una reflexión sobre el egoísmo y la ambición, y una exploración inquietante de la fragilidad humana ante lo desconocido.
No es solo una historia sobre fantasmas, sino también sobre los demonios interiores que todos llevamos dentro. Y precisamente por eso resulta tan perturbadora y a la vez tan cercana.
Si el guion de Tynion es magistral, el apartado gráfico de Spectregraph no se queda atrás. Christian Ward ofrece aquí probablemente su mejor trabajo hasta la fecha. Su característico estilo onírico, casi psicodélico, potencia la atmósfera irreal y opresiva de la mansión y de los horrores que alberga.
Cada página es un despliegue visual impresionante, donde los juegos de color —con predominio de tonos azules, púrpuras y rojos intensos— refuerzan la sensación de inestabilidad emocional y espacial. Ward no se limita a ilustrar: narra a través de las formas y los colores, logrando que la propia mansión se convierta en un personaje vivo, con su propia voz.
Las viñetas fluyen con naturalidad, incluso en los momentos más caóticos, y las composiciones de página son tan innovadoras como efectivas. El diseño de los espectros y las alucinantes estancias ocultas son auténticos ejemplos de creatividad visual.
Spectregraph no es solo un excelente cómic de terror, sino también una reflexión profunda sobre nuestra condición humana y nuestras relaciones más íntimas. James Tynion IV y Christian Ward firman una obra inquietante, elegante y brutal, que se siente tanto como un homenaje al género como una renovación del mismo.