Reseña de Shibatarian vol. 1: terror psicológico, misterio y crítica social en una historia asfixiante de Katsuya Iwamuro
La primavera llega al instituto de Sato Hajime con la promesa de ser un curso más… hasta que se encuentra, literalmente enterrado al pie de un cerezo, a Shibata. Con esa extraña y perturbadora imagen comienza Shibatarian, la primera serie larga del mangaka Katsuya Iwamuro, publicada en España por Panini Comics, que desde su lanzamiento ha despertado el interés de los amantes del manga de terror psicológico gracias a su inquietante atmósfera y a una trama llena de tensión y misterio. Este primer tomo sienta las bases de un relato que combina los códigos del horror clásico, las reflexiones sobre la identidad y el deseo de pertenecer con un ritmo frenético y un dibujo impactante.
Un inicio que engancha: Shibata y Sato, una amistad marcada por el misterio
Desde la primera página, Shibatarian sabe captar la atención del lector con una escena tan absurda como escalofriante: Sato encuentra a Shibata enterrado en el suelo, sonriendo como si nada, como si no le importara estar en esa situación. Este peculiar encuentro da pie a una relación de amistad cimentada en su amor por el cine. Ambos comienzan a verse, a compartir películas y a planear un ambicioso proyecto para el festival escolar. Pero pronto algo empieza a chirriar: nadie más parece conocer a Shibata. Para el resto de compañeros, simplemente no existe. ¿Es una alucinación de Sato? ¿O hay algo más profundo y siniestro detrás de su figura?
Este es solo el principio del descenso a los infiernos que propone Iwamuro. Tras un desencuentro, los chicos se distancian y no se vuelven a encontrar hasta cinco años después, cuando Shibata reaparece con una siniestra sonrisa y una intención espeluznante: cumplir el deseo que Sato había expresado en su adolescencia, un deseo que parecía inofensivo pero que se convierte en la pesadilla definitiva: que todo el mundo se convierta en Shibata.
Terror psicológico y crítica social: cuando el mundo entero es Shibata
El gran acierto de Shibatarian es su capacidad para transformar una premisa sencilla en una reflexión sobre temas universales como el conformismo, la alienación social y la necesidad de ser visto y aceptado. El autor juega con la idea de que Shibata, el chico invisible a los ojos de los demás, se convierta en omnipresente. Su deseo de ser reconocido y aceptado toma la forma de un verdadero apocalipsis social, donde la individualidad se borra y todos se transforman en Shibata. En este sentido, la obra no solo funciona como un manga de terror, sino también como una alegoría sobre los peligros de la homogeneización y la pérdida de identidad en una sociedad cada vez más deshumanizada.
Las influencias cinematográficas son evidentes a lo largo de todo el volumen. Iwamuro homenajea, sin caer en el plagio, clásicos del género como Gremlins, El exorcista, Alien o incluso Saw, recurriendo a códigos bien conocidos por los aficionados al cine de terror: el monstruo que no se puede detener, el ambiente opresivo, los giros inesperados y las imágenes perturbadoras. No obstante, Shibatarian mantiene siempre una voz propia, combinando estos elementos con una narrativa centrada en el conflicto psicológico entre Sato y Shibata, así como en la tensión creciente ante la propagación imparable del fenómeno Shibata.
Dibujo potente y ambientación asfixiante
Uno de los aspectos más destacables del manga es el apartado artístico. El estilo de Katsuya Iwamuro es sencillo pero eficaz, con un excelente uso del contraste entre el blanco y el negro que contribuye a reforzar la sensación de angustia y opresión. La omnipresente sonrisa de Shibata resulta inquietante precisamente por la desconexión entre su aparente bondad y los crueles actos que comete. La atmósfera claustrofóbica y la constante incertidumbre consiguen que cada página se lea con el corazón encogido, preguntándose qué más puede salir mal.
El ritmo narrativo no da tregua. Iwamuro evita las explicaciones obvias y deja al lector la tarea de completar los vacíos, generando una sensación constante de extrañeza y desasosiego. Esta falta de respuestas inmediatas no es un defecto, sino parte del encanto del manga: el miedo a lo desconocido y la inquietud por no entender del todo qué es exactamente Shibata ni cómo detenerlo.
Una serie breve pero intensa
Con un total de cinco tomos, Shibatarian se perfila como una historia intensa y bien planificada, sin rellenos innecesarios. Este primer volumen ya deja entrever que el relato será breve pero contundente, con un final cerrado que promete mantener la tensión hasta la última página. La periodicidad bimestral anunciada por Panini Comics asegura que los lectores podrán disfrutar de la serie sin largas esperas, algo muy de agradecer en un manga tan adictivo.
Además, esta edición de Panini incluye un pequeño extra en forma de postal de regalo, un detalle para coleccionistas que se suma a la cuidada presentación en formato rústica con sobrecubierta, en el clásico tamaño tankōbon de 13 x 18 cm.
Conclusión: un inicio prometedor para una historia inquietante
Shibatarian vol. 1 es, sin duda, una de las apuestas más originales y perturbadoras del catálogo de Panini Comics para este año. Con una trama cargada de tensión, personajes con matices y un dibujo que refuerza la sensación de asfixia, Katsuya Iwamuro ha firmado un inicio que atrapa desde la primera página. No es un manga para todos los públicos: su propuesta es incómoda, su ritmo es inclemente y su tono sombrío cala hondo. Pero quienes se atrevan a adentrarse en el mundo de Shibata encontrarán una historia fascinante, llena de giros, simbolismo y terror psicológico.
Para los amantes del manga de misterio, drama y horror, Shibatarian se presenta como una lectura imprescindible que combina entretenimiento con una mirada crítica a las dinámicas sociales contemporáneas. Y, sobre todo, es un recordatorio inquietante: cuidado con lo que deseas… porque Shibata puede concedértelo.

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