El calor de finales de junio en Barcelona no disuadió a nadie. Bajo un sol abrasador y colas interminables que serpenteaban por las faldas de Montjuic, miles de almas se reunieron en torno al Palau Sant Jordi con una sola misión: ser testigos del fenómeno llamado Ado. La cantante japonesa, ya convertida en una superestrella global gracias a su voz sin rostro y su magnetismo imposible de clasificar, llegó a la capital catalana para dejar claro que lo suyo no es solo un concierto. Lo suyo es un incendio emocional.
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Tomokazu Tazawa (vanishock) |
Ya desde la apertura de puertas se respiraba algo distinto. Ado no solo se hace escuchar, sino sentir. La prohibición expresa de fotografías y grabaciones sumó a la atmósfera un halo de misterio casi religioso. La jaula en mitad del escenario, rodeada de luces, proyecciones imposibles y llamaradas, no solo escondía su identidad sino que la elevaba a mito. El público, disciplinado pero impaciente, coreaba en japonés con una precisión que solo la verdadera devoción es capaz de enseñar. Había camisetas con su logo, lightsticks sincronizados y hasta lágrimas contenidas. Y cuando sonó el primer grito de Usseewa, la multitud entendió que aquello era algo más grande que una simple noche de música.
Ado arrancó fuerte, sin respiro, desatando la furia controlada de su primer álbum Kyōgen con temas como Lucky Bruto y Gira Gira, para después pivotar hacia la pegada más electrónica de Show, demostrando que se mueve entre géneros como quien cambia de avatar. La jaula se transformaba constantemente gracias a un despliegue visual espectacular: llamas, lluvia de chispas, geishas digitales y demonios cibernéticos, una escenografía tan excesiva como su propia propuesta artística.
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Tomokazu Tazawa (vanishock) |
Pero la clave de su éxito no está solo en el envoltorio, sino en su prodigiosa voz. Sí, Ado grita. Y mucho. Pero también susurra, rapea, armoniza, se desgarra. Y en Elf, cuando el concierto ya había alcanzado su punto álgido, ofreció una interpretación tan emotiva que logró que la inmensidad del Palau se sintiera como el cuarto donde empezó a cantar de adolescente en YouTube. Esa capacidad para convertir cada canción en un pequeño relato, para llevar al público desde la ira hasta la ternura en cuestión de segundos, es quizá lo que la hace única. Un rango vocal que supera las cuatro octavas, un dominio técnico cada vez mayor, y una energía inagotable.
El repertorio fue generoso y exigente: Kura Kura, para deleite de los fans del anime; la pegadiza RuLe, que puso a saltar a las 15.000 personas presentes; Utakata Lullaby, delicada y casi etérea; y la brutal Aishite Aishite Aishite, en la que la artista lo dejó todo sobre las tablas. Hubo también espacio para una cover de Charles, que hizo completamente suya, y para Backlight, uno de los grandes momentos de su paso por One Piece Film: Red, que pese a la fatiga —normal después de una quincena de temas demoledores— sonó impecable.
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Tomokazu Tazawa (vanishock) |
Las palabras de Ado en la parte final del espectáculo fueron otro de los puntos memorables de la noche. A pesar de sus nervios al dirigirse en inglés y español, logró transmitir un mensaje que fue directo al corazón de todos: sobre la soledad, la importancia de no rendirse, de aferrarse a las pequeñas chispas que pueden encender el fuego que necesitamos para seguir adelante. Todo el Palau entendió, aunque no todos los subtítulos alcanzaran a seguirla. Y entre confesiones tímidas, hasta encontró tiempo para declarar su amor por la paella.
El tramo final fue un verdadero estallido. Hibana, tema que da nombre a la gira, sonó con una fuerza casi sobrehumana; Episode X, compuesta por Ayase de Yoasobi, puso a prueba los cimientos del recinto; y Odo, su carta de presentación al mundo, se convirtió en la despedida… hasta que el público la devolvió al escenario a golpe de ovación.
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Tomokazu Tazawa (vanishock) |
El encore no decepcionó: Rockstar y una sorprendente versión de Chandelier, de Sia, que ella supo moldear a su estilo con elegancia y personalidad, demostrando que incluso cuando sale de su zona de confort es capaz de brillar. Como colofón, un New Genesis demoledor que acabó por sellar la noche como uno de los conciertos más potentes que ha visto Barcelona en mucho tiempo.
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Tomokazu Tazawa (vanishock) |
Ado ya no es una promesa. Es una realidad imparable. Una artista que ha pasado de grabar en secreto en su habitación a llenar pabellones en los cinco continentes, llevando su voz —y su mensaje— más allá de cualquier barrera geográfica, lingüística o cultural. Su adominación, como bromean sus fans, es un fenómeno que nadie puede ignorar ya.
Aquel domingo de junio, entre las ruinas de nuestra rutina y el calor del asfalto, Ado nos recordó que todavía hay chispas capaces de encenderlo todo. Y Barcelona ardió.