Legiones Perdidas de Warhammer 40K: historia, teorías y los secretos del Imperio
En el inmenso y oscuro universo de Warhammer 40,000, donde cada rincón de la galaxia está empapado de tragedia, fe, guerra eterna y censura institucionalizada, existen dos ausencias que resuenan más que muchas presencias: las Legiones Perdidas. Identificadas solamente como la II y la XI Legión Astartes, estas fuerzas formaban parte del panteón original de los Marines Espaciales creados por el Emperador de la Humanidad durante la Gran Cruzada… hasta que fueron borradas de la historia imperial.
Aunque la existencia de estas legiones es confirmada, todo lo demás ha sido eliminado. No hay nombres, ni símbolos, ni hazañas, ni siquiera restos identificables. Este misterio no es un simple vacío narrativo: es una poderosa herramienta de ambientación y un símbolo del tipo de régimen que gobierna el Imperio del Hombre. Un régimen donde incluso los dioses vivientes —los Primarcas— pueden ser suprimidos del recuerdo colectivo.
Nacimiento y caída: lo poco que se sabe de las Legiones II y XI
Al inicio de la Gran Cruzada, el Emperador diseñó veinte legiones genéticas, cada una encabezada por un Primarca, su hijo genético y líder supremo. De estas veinte, solo dieciocho llegaron a figurar oficialmente en las guerras imperiales. Las otras dos desaparecieron mucho antes de que la famosa Herejía de Horus dividiera al Imperio.
Los códex imperiales, el Index Astartes y los registros de la Biblioteca Apócrifa están repletos de referencias cuidadosamente editadas donde la II y XI Legión han sido omitidas o tachadas. Incluso en los tratos entre Primarcas, se percibe un respeto sombrío por el silencio. En The First Heretic, Lorgar menciona brevemente a sus “dos hermanos perdidos”. Rogal Dorn y Ferrus Manus insinúan que conocer los hechos exactos es peligroso incluso para un Primarca.
La damnatio memoriae y el control absoluto del relato
Lo que sufrió cada una de estas legiones fue un acto imperial de damnatio memoriae, una condena a la no existencia. Esta antigua práctica romana, revivida por el Emperador, implicaba no solo la destrucción física de una persona o institución, sino la erradicación absoluta de su memoria, logros e influencia. El objetivo no era castigar, sino advertir y reescribir.
A diferencia de los traidores de la Herejía de Horus —quienes aún son nombrados como villanos y ejemplos de desviación— los Primarcas Perdidos fueron borrados sin dejar ni un eco. Esto indica que su “pecado” fue, en opinión del Emperador, aún peor que la rebelión abierta: algo tan monstruoso o políticamente peligroso que ni siquiera debía recordarse.
¿Qué ocurrió realmente con los Primarcas Perdidos?
Las teorías más comunes dentro del fandom (y a veces insinuadas en el lore oficial) sugieren varias posibilidades:
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Desviación genética catastrófica: algunos especulan que los Primarcas perdidos desarrollaron mutaciones o habilidades psíquicas incontrolables que pusieron en peligro la pureza genética del proyecto imperial.
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Filosofía divergente: otra posibilidad es que abrazaran ideologías incompatibles con el orden imperial, como la integración con xenos o la autarquía planetaria, contraviniendo la visión unificada del Emperador.
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Contacto prohibido con el Caos: incluso antes de la Herejía de Horus, el Emperador ya luchaba en secreto contra los Dioses del Caos. Un Primarca seducido por estas entidades antes de tiempo habría sido una amenaza intolerable.
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Resultados extremos en combate: algunos rumores apuntan a que las Legiones Perdidas fueron excesivamente eficaces… y brutalmente incontrolables. En vez de liberar mundos, los purgaban hasta el exterminio total, dejando sistemas enteros despoblados.
Los Xenocidios de Rangda: ¿el punto de ruptura?
Una teoría particularmente potente vincula a una o ambas Legiones Perdidas con los Xenocidios de Rangda, una serie de campañas de aniquilación contra una especie xenos descrita como una de las amenazas más letales del Segmentum Pacificus. Esta raza alienígena puso en jaque al Imperio en múltiples ocasiones, y su eliminación costó ríos de sangre imperial.
La magnitud de esta guerra —en la que participaron los Custodios del Emperador, las Hermanas del Silencio y posiblemente los propios Primarcas— sugiere que algo muy grave ocurrió allí. Algunos sostienen que una de las Legiones Perdidas fue instrumental en esta campaña, pero lo hizo a un precio demasiado alto: genocidio indiscriminado, uso de armas prohibidas o incluso ruptura de las leyes imperiales sobre la esclavitud, la destrucción planetaria o el exterminio de aliados humanos.
Implicaciones en el presente del Imperio
El silencio que rodea a las Legiones Perdidas es tan elocuente como cualquier archivo abierto. Los capítulos sucesores, los Archivos de la Cruzada, y hasta los informes del Inquisidor Kryptman hacen referencia a “elementos expurgados” del conocimiento imperial. Incluso en la Era Indomitus, cuando la humanidad está contra las cuerdas, el Imperio prefiere callar antes que admitir errores pasados.
Lo más inquietante es que las Legiones Perdidas siguen teniendo una función política: su existencia refuerza el mensaje de que nadie, ni siquiera los hijos del Emperador, está por encima del juicio del Imperio. Y ese juicio puede incluir el olvido absoluto.
Aunque el relato oficial es el de la erradicación total, las teorías conspirativas están por todas partes. Algunos señalan a capítulos misteriosos como los Sons of Antaeus o los Angels Revenant, cuyas características biológicas o doctrinas operativas no encajan fácilmente con ninguna de las otras 18 Legiones. La posibilidad de que hayan sobrevivido de forma fragmentada, encubierta o incluso clandestina añade una capa más al enigma.
Peor aún: algunos creen que uno de los Primarcas podría haber sido capturado por el Caos, ocultado por los Necrones o incluso venerado por cultos herejes en los mundos olvidados. En una galaxia donde lo imposible ocurre a diario, la idea de que un Primarca perdido esté aún activo —como aliado o amenaza— no es tan descabellada.
Conclusión: el eco de lo prohibido
Las Legiones Perdidas no son solo una ausencia; son una presencia tácita, una sombra que recorre todo el trasfondo de Warhammer 40K. Funcionan como advertencia, como misterio y como crítica a la maquinaria de censura del Imperio. Su existencia plantea preguntas incómodas: ¿qué es peor que la traición? ¿Qué clase de horror justifica que hasta los recuerdos sean destruidos?
En un universo donde las guerras son infinitas, la fe es arma y el conocimiento está prohibido, lo que no se dice es tan importante como lo que se grita en los púlpitos de Terra. Y en ese silencio, las Legiones Perdidas viven para siempre.