Ivrea lanzaba al mercado recientemente el tomo 16 de Ijiranaide Nagatoro-san, obra original de Nanashi, o como la han llamado ellos en nuestro país NO ME RAYES, NAGATORO, con la muchacha más gamberra y lianta del sector para enamorarnos con sus peculiares formas de mostrarnos su afecto.
Ijiranaide Nagatoro-san (que literalmente es “no me molestes, Nagatoro”) tuvo inicialmente una versión webcomic para luego en 2017 empezar a brillar como manga propiamente en las páginas digitales de la revista Magazine Pocket, de Kodansha. La serie terminaba recientemente en Japón con un total de 20 tomos.
Cuenta además con una adaptación al anime que en España se encuentra disponible en Crunchyroll, con una segunda temporada en preparación.
Ivrea nos trae la colección con cadencia bimensual y en formato tankoubon rústica con sobrecubierta, una réplica prácticamente exacta de la edición japonesa, tiras cómicas de contraportada incluidas.
El volumen 16 de No me rayes, Nagatoro sigue profundizando en la compleja y siempre entretenida relación entre Nagatoro y su senpai, añadiendo más capas a su vínculo mientras introduce momentos tanto hilarantes como emotivos. Este nuevo tomo no decepciona a los fanáticos, entregando una combinación de situaciones embarazosas, momentos íntimos y desarrollo personal de los personajes principales.
Uno de los puntos más destacados de este volumen es la continua tensión entre Nagatoro y su senpai, que se ve alimentada por la presencia de otros personajes, como la ex presidenta del club de arte y las hermanas Sunomiya. La ex presidenta, conocida por su descaro, provoca un momento particularmente incómodo cuando se desnuda frente al senpai, lo que lleva a un malentendido que rápidamente involucra a Nagatoro. Este momento, a pesar de su naturaleza cómica, sirve como catalizador para que el senpai muestre su creciente madurez, algo que Nagatoro, aunque inicialmente burlona, no puede evitar notar con una mezcla de orgullo y un toque de melancolía.
Este tomo también nos presenta el campamento de entrenamiento que involucra tanto al club de judo como al club de arte. La trama se desarrolla con una mezcla de humor y competencia, ya que ambos grupos entrenan de manera paralela. Nagatoro, al recordar el deseo de su senpai de mejorar y su propio impulso por derrotar a Orihara, su rival en el judo, encuentra la motivación para proponer la ayuda de sus propios hermanos como entrenadores para su club de judo. Esta decisión no solo introduce a nuevos personajes, Misaki y Taiga Nagatoro, quienes aportan una chispa adicional de humor al volumen, sino que también subraya el profundo respeto que Nagatoro siente por su senpai, quien no duda en lanzarse a la acción con el objetivo de superarse a sí mismo.
Las interacciones entre Nagatoro y su senpai durante el campamento son especialmente reveladoras. A pesar de que ambos están ocupados con sus respectivos entrenamientos, hay varios momentos en los que se cruzan y comparten miradas y palabras significativas. El senpai observa los entrenamientos de Nagatoro y siente una renovada determinación de mejorar, mientras que Nagatoro se ve atrapada entre la presión de superar a Orihara y la creciente cercanía que siente hacia su senpai.
La tensión romántica alcanza su punto máximo cuando, en un momento de tregua en los entrenamientos, Nagatoro y el senpai terminan compartiendo un baño en un onsen mixto. Esta escena, aunque cargada de momentos cómicos, también revela el grado de confianza y atracción que ha crecido entre los dos personajes. Nagatoro, en su estilo habitual, no pierde la oportunidad de molestar a su senpai, recordándole de manera provocativa su anterior desnudo en el club de arte durante el dibujo, lo que solo sirve para aumentar la incomodidad del chico. Sin embargo, esta situación también muestra un lado más vulnerable de Nagatoro, quien, a pesar de su actitud juguetona, busca la validación y el afecto de su senpai de una manera más abierta que en los volúmenes anteriores.
Es en este punto que vemos un cambio en la dinámica entre los dos protagonistas. Aunque Nagatoro intenta distraerse de sus propias inseguridades provocando a su senpai, él no cede a la tentación de "animarla" de la forma que ella esperaba. En lugar de eso, el senpai le dice que no la animará porque la ve como una rival, no en el sentido de ser enemigos, sino en el sentido de que ambos están luchando por alcanzar sus propios objetivos: Nagatoro en el judo y él en sus estudios. Este momento de honestidad impacta profundamente a Nagatoro, quien se da cuenta de que ambos se han influenciado mutuamente para mejorar.
El volumen también destaca por su rica galería de personajes secundarios, como Gamo-chan, Yoshi y Sakura, quienes añaden un toque cómico y ayudan a facilitar los encuentros románticos entre Nagatoro y el senpai. El plan de Gamo-chan para hacer que ambos se encuentren durante el entrenamiento es un ejemplo de cómo estos personajes actúan como "cómplices" del desarrollo de la relación principal.
En cuanto al arte, Nanashi sigue sorprendiendo con su habilidad para capturar las emociones a través de expresiones faciales detalladas y dinámicas, además de mantener un equilibrio perfecto entre las escenas cómicas y las más íntimas. La narrativa visual fluye con naturalidad, lo que permite que los momentos de tensión, ya sea en las peleas de judo o en los intercambios entre los personajes, se sientan auténticos y llenos de energía.
En conclusión, el volumen 16 de No me rayes, Nagatoro ofrece a los lectores un desarrollo significativo en la relación entre Nagatoro y su senpai, mientras mantiene el humor y las travesuras que caracterizan a la serie. Con una mezcla de situaciones cómicas, tensión romántica y el crecimiento de los personajes, este tomo se perfila como uno de los más completos y satisfactorios hasta la fecha, dejando a los fans ansiosos por ver qué les depara el futuro a esta encantadora pareja.