Reseña de MW de Osamu Tezuka de Planeta Cómic

MW (Osamu Tezuka, Planeta Cómic, Barcelona, 2019) forma parte de la etapa oscura del dios del manga. En esta historia se aborda la homosexualidad, la corrupción política, los crímenes y la hipocresía elitista. El autor denuncia algunos de estos aspectos en la sociedad japonesa que no suelen tratarse abiertamente. Así mismo, el estilo de dibujo se aleja de los trazos redondeados que lo caracterizan de clásicos como Astro Boy o Jungle Taitei. La historia, por su parte, es dura. Se realiza una férrea critica social contra las altas esferas japonesas. Hay muertes, violaciones, mutilaciones y otro tipos de violencia. La edición de Planeta Cómic reúne en un tomo único los veintiséis capítulos y el epílogo de esta obra.

MW

Quince años antes del presente narrativo, una banda de delincuentes se dirige a la isla de Okinomafune de Japón. Allí secuestran a un niño. Yuki Michio. Uno de los bandidos, Garai, se lo lleva a una cueva alejada del pueblo. Están dentro un día. Al salir ven cómo todo ser viviente de la isla ha muerto. Se hallan en el reino de la muerte. Están rodeados de animales y personas sin vida. En un momento dado, el niño grita por un fuerte dolor de cabeza que le entra. Tiempo después, ambos personajes toman caminos distintos. El primero se hace sacerdote y el segundo secuestrador y asesino. El causante de la tragedia en la isla fue un gas venenoso producido por el gobierno nipón y EE.UU. Se llama MW.

Los dos supervivientes de la matanza en Okinomafune conviven con la cicatriz de aquel día a su manera. Garai encuentra consuelo en la fe cristiana y Yuki en perseguir a los responsables de ello. El contraste entre ambos personajes es interesante ya que cada uno es la antítesis del otro. El cura camina por la senda del bien y el criminal pasea con alegría por el camino del mal. Y, sin embargo, los dos acaban reencontrándose para tener relaciones sexuales furtivas. A pesar de ser opuestos, son amantes. Cada uno intenta llevar al otro a su territorio usando métodos variopintos. En el primer capítulo ya se ve cómo Garai cobija a Yuki en su parroquia cuando este huye de la policía. Cuando actúa, normalmente se disfraza. Aparentar ser otra persona, sea del sexo que sea, es una de las habilidades del delincuente. No es de extrañar ya que procede de familia de actores de teatro. Por tanto, cuando se relaciona con la gente siempre lleva una máscara.

Su compañero, aunque no cometa delitos, también lleva puesta una máscara de castidad que oculta su homosexualidad. En la sociedad japonesa de la época, años setenta, ser gay era un tabú. Hoy, quizás, lo sea menos. En todo momento este personaje huye de sí mismo. Tezuka refleja este escapismo en viñetas en las que Garai siente el fuego abrasador del pecado. Los encuentros sexuales que consuma con Yuki están rodeados de las llamas del infierno y de la figura del Diablo que rodea a los amantes. De este modo, se enfatiza lo peligroso que para el sacerdote suponen estas prácticas. Ante la culpa que siente por poseer este deseo que va en contra su religión, se confiesa con otro hombre de fe para poder expiar sus pecados. 

Garai y Yuki

En cuanto a la denuncia sociopolítica de la obra, esta no solo se centra en las acciones de Yuki. En menor medida, se presenta un grupo de antisistema que se queja sobre los secretos del gobierno japonés para con la población. El periodismo de denuncia social también entra en escena. Ambos ámbitos aparecen cuando Garai quiere sacar a la luz pública la masacre del gas MW y el silencio gubernamental que hubo después. Toda la población de una isla fue asesinada y nadie dijo nada. A través de este suceso, se pone sobre la mesa la idea del gobierno en la sombra. Bajo la prosperidad, la paz y la bonanza económica, a veces, algunos países llevan a cabo operaciones secretas de dudosa ética. La historia de Tezuka es ficticia. Sin embargo, algún hecho real lo llevaría a concebir un seinen tan oscuro y perverso.

Este manga no es la historia de una venganza. Es la de la ambición de poder y qué hacer con este cuándo se consigue. Yuki engaña, roba, miente, viola, mata y  secuestra a quien haga falta  para conseguir sus planes. Actúa solo para sembrar la destrucción. A él no le importa el bien o el mal. Le dan igual los tejemanejes políticos o el dinero. Solo es feliz cuando hace sufrir a los demás. La misión de su compañero es la de frenar ese mal que nació el día de la tragedia en la isla. Los hechos traumáticos nos transforman. Para bien o para mal. Eso ya depende de cada persona.

En definitiva, MW de Oasamu Tezuka plantea serias cuestiones sobre la política, la sociedad o cómo afrontar la masacre de miles de personas cuyo rastro en la historia fue borrado por la burocracia. Hay que recodar a los muertos.