Reseña de Valerosas #2 de Pénélope Bagieu

Valerosas #2: Mujeres que solo hacen lo que ellas quieren (Pénélope Bagieu, Dibbuks, Madrid, 2017) continúa la estela del primer volumen. En esta ocasión las protagonistas son: Temple Grandin, Sonita Alizadeh, Cheryl Bridges, Thérèse Clerc, Betty Davis, Nellie Bly, Phoolan Devi, The Shaggs, Katia Krafft, Jesselyn Radack, Hedy Lamarr, Naziq al-Abid, Frances Glessner Lee, Mae Jemison y Peggy Guggenheim. Algunas de ellas siguen vivas. Otras, pese a haber fallecido, dejaron un legado cuya llama aún no se ha extinguido. A lo largo de estas nuevas biografías nos reencontramos con el humor ácido de la autora, con la reivindicación de estas mujeres y con ejemplos de vida. A pesar de vivir en diferentes épocas, países y estratos sociales, cada una de las protagonistas de esta obra luchó para conseguir su sueño. A continuación, veamos a algunas de estas valerosas.

Valerosas

La música te transforma, te atraviesa, te conmueve. Es un lenguaje universal que nos une en espacio y tiempo. Algunas personas son capaces de componer canciones. Pueden darle forma a ideas que arden en sus entrañas. A veces, crean y cantan lo que han hecho. Otras, no. Todo lo que queramos sacar afuera, podemos hacerlo con este arte. Entre las vibraciones de los ritmos musicales y la poesía conversacional hay un intersticio que toma lo mejor de cada disciplina. El rap. Este género le brindó a Sonita Alizadeh un medio para canalizar su ira. Le ha tocado vivir en una sociedad patriarcal que mercadea con las mujeres. Debido a la función de denuncia social del rap, Sonita empieza a componer letras para que se oiga su voz. Ella no solo rapea para visibilizar su situación. Lo hace para dar a conocer la realidad de su país, de su comunidad. Rapea, asimismo, para que otras niñas, chicas y mujeres sepan que existe una alternativa. Otra forma de pensar es posible. Ellas no son ganado. Son personas.

En un ámbito ligeramente distinto, se mueve la voluntad de componer canciones de Betty Davis. Durante la década de los sesenta y de los setenta, escribió piezas musicales para otros artistas. Debido a ello y a que sus temas eran populares, conoció a muchos de los músicos de rock y funky de entonces. Un día, decidió componer para sí misma. Oír su voz con sus letras. Pasar de ser un personaje secundario a la protagonista. Según parece, rompió todos los esquemas que se atribuían a cantantes femeninas. Sus composiciones musicales trataban sobre sexo, sensualidad, su vida. Sin filtros ni tapujos. Aunque nos situemos en los Estados Unidos de los años setenta, su estilo según la sociedad era demasiado irreverente para aquella época. Betty dejó la música. Sin embargo, su obra ha inspirado a otros artistas. Su decisión de apostar por sí misma no fue un error.

A lo largo de la historia de la Humanidad, esta ha sido escrita en masculino. Los hombres han copado los avances científicos de cada época. Afortunadamente, cada vez más se rescata la labor de mujeres científicas cuyo trabajo supuso un punto de inflexión en algún campo del conocimiento. El nombre más conocido de los que reúne esta obra es el de Heidy Lamarr. Ella, además de actriz, fue inventora. Dedicó gran parte de su vida a crear inventos que ayudaran al ejército estadounidense. Al principio, sus ideas fueron rechazadas hasta que un día las patentaron. Lamarr ideó una de las bases que permite que haya conexiones wifi. Tras su muerte, se celebra el día del inventor en homenaje a su fecha de nacimiento.

Heidy Lamarr

En el imaginario colectivo muchos sabemos quién es la señora Fletcher. Este personaje va más allá de la ficción. Jessica Fletcher está inspirada, en parte, en Francess Glessner. Glessner adoraba hacer miniaturas desde niña. Era su gran pasión. Dedicaba mucho tiempo a elaborar escenas con gran detalle y minuciosidad quirúrgica. Dicha afición la llevó a cuestionar cómo la policía gestionaba la escena de un crimen. Antes nadie se fijaba en la disposición de los objetos en el lugar en el que se había cometido un asesinato. Tampoco se prestaba atención a las salpicaduras de la sangre o los ángulos de esta. Estos factores contribuían al aumento de casos abiertos. Glessner reflexionó sobre ello y halló una solución. Elaborar miniaturas de escenas de crímenes. En estas obras se incluía el más mínimo detalle. Consiguió instruir a futuros policías forenses. Gracias a su idea, hoy en día se ha ganado minuciosidad en la investigación de crímenes.

Cuando pensamos en activismo, nos vienen a la mente imágenes de protestas y manifestaciones sobre educación, libertad, feminismo, trabajo digno, sanidad, etc. Normalmente, nadie piensa en los ancianos. Y menos en las ancianas. Thérèse Clerc, sí. Ella nació y creció en una familia burguesa y católica que promulgaba el concepto de ángel del hogar. Hasta que no llegó a la vida adulta, no rompió con lo aprendido en casa. Descubrió el feminismo. Dejó a su marido y emprendió el camino a una nueva vida junto a sus hijos. Poco a poco, fue participando activamente en manifestaciones, ayudaba a abortar a mujeres, las escuchaba y estaba ahí para ellas. Cuando su madre no podía valerse por sí misma, la cuidó. Fruto de esta experiencia, decidió abrir una residencia para mujeres mayores autogestionada por ellas mismas. El primer nombre de esta organización fue el de Casa de Las Baba Yagás. Nació con el objetivo de que nadie tuviera que cuidar de sus mayores. Ellas se cuidaban mutuamente. Mucha gente se olvida de la gente mayor. Existen.

A todos nos enseñan desde pequeños a ser justos. La justicia se configura en nuestra educación como un ideal moral que marca la diferencia entre lo que está bien y lo que está mal. Aprendemos estos valores y, en mayor o menor medida, lo aplicamos. Incluso algunas personas dedican su vida a la justicia porque creen firmemente ella. Jesselyn Radack también. Se graduó en la carrera de Civilización americana y ciencias políticas en la universidad de Brown y de Derecho en la universidad de Yale. Tras esto, cumple su sueño de trabajar en el departamento de justicia de Estados Unidos. Todo parecía ir bien hasta el 11-S. Durante la administración Bush, se vulneraron derechos de ciudadanos estadounidenses que fueron sentenciados sin juicios ni abogados presentes. Cuando Radack empezó a ver que la justicia gubernamental realizaba prácticas ilegales con algunos individuos, ella protestó. La ignoraron. De cara al público, el gobierno afirmaba que estaban respetando los derechos constitucionales de los detenidos. Radack sabía que no. Después filtrar a la prensa correos electrónicos sobre la verdad, el gobierno inició una caza de brujas con ella. La experiencia de Radack le hizo ver que la justicia y la verdad no iban de la mano. Por ello, ejerció de abogada de ex trabajadores gubernamentales que, como ella, habían filtrado información de cómo funcionaban las cloacas del estado. Entre sus clientes, se encuentra Edward Snowden. Radack creció creyendo en la justicia. Cuando descubrió que esta no siempre es aplicada por las instituciones, decidió crear y participar en organizaciones que defienden a los whistleblowers. Es decir, personas que como ella denuncian prácticas ilegales en el gobierno. Ejemplos como el de Jessica Radeck demuestran que la justicia no siempre va de la mano de las instituciones.

El segundo volumen de Valerosas amplia los nombres de mujeres que no hay que olvidar. Ellas han luchado por cumplir sueños, inspiran a generaciones futuras y a mejorar el mundo. Seguramente, en este momento habrá nuevas valerosas cuyas acciones marcarán un punto de inflexión. Aquí y allí.