Por cuestiones familiares, Miiko, una estudiante de bachillerato, tiene que dejar el hogar con sus padres e ir a vivir a la casa compartida que administra su tío, donde descubrirá lo poco acostumbrada que está a las tareas domésticas y convivirá con unos adultos un tanto peculiares. Entre ellos está Matsunaga, el mayor, que da un poco de miedo, aunque en realidad… ¡parece que se desviva por ella!
La obra cuenta con traducción al castellano de Marta Moya de DARUMA, quién hace un excelente trabajo a la hora de traer esta oba a nuestra lengua.
El manga fue publicado entre diciembre de 2016 y junio de 2021 bajo el título original Living no Matsunaga-san (リビングの松永さん) en las páginas de la revista Dessert de Kodansha.
Viviendo con Matsunaga
Tras décadas de manga todo parece estar contado, y a veces se palpa una sensación de que la mayoría de mangakas parecen estar en una carrera por ver quién inventa el mambo con sus historias.
Pero veces solo apetece leer una historia romántica normal, una trama de chico conoce chica en la que ambos se conocen y de forma espontanea surge una relación. Sí, algo tan simple como eso; una historia de las de siempre, pero que ni resulte sosa, ni aburrida.
Y aquí es dónde entra la obra de Keiko Iwashita, quién con Viviendo con Matsunaga nos ofrece el shojo de toda la vida sabor vainilla en una premisa poco ambiciosa que, aun así, logra absorber al lector cuando sus personajes le enganchan.
La protagonista es Miiko, una muchacha inocente que por su situación familiar, decide mudarse dónde su tío... pero como esté está siempre fuera, termina hospedada en una casa compartida que administra él.
Allí, la joven empieza una nueva vida rodeada de jóvenes adultos que justo acaban de empezar su carrera laboral (o están a punto), algo que desde sus jóvenes ojos parece un nuevo universo.
La magnética personalidad de Matsunaga con sus altibajos de agresividad y dulzura y el carácter de mascota confusa de Miiko funcionan juntos a la perfección, creando una sinergia que simplemente funciona-
Esta obra no es ninguna novedad en el género y puede parecer una premisa de lo más trillada, pero Keiko Iwashita es capaz de captar sin problemas un ambiente encantador, una magia cálida que fácilmente llega al corazón del lector cuando avanza a través de sus viñetas.
Combinado con un estilo de dibujo de trazo fino que simplemente podemos definir como precioso, el conjunto resulta entrañable a la vez que divertido, ofreciendo una lectura que solo podemos definir con una palabra: agradable.