Reseña de Cielos Radiantes (Hareyuku Sora) de Jirō Taniguchi, Ponent Mon.

La obra de Jirō Taniguchi, quién desgraciadamente nos abandonó en 2017, es simplemente preciosa. Quizá esta sea una manera demasiado obvia de abordar este artículo, pero aquellos que alguna vez hayan leído alguno de sus mangas, habrán sentido esa extraña calidez melancólica que te embarga cuando los estas disfrutando.

Este es el caso de Cielos Radiantes (Hareyuku Sora), que Ponent Mon nos ofrece en una edición rústica tomo A5 de 150x210 milímetros, a lo largo de 308 páginas en blanco y negro con la maravillosa traducción de Víctor Illera Kanaya.

Cielos Radiantes (Hareyuku Sora) fue publicado por la editorial Shueisha en 2005 y comparte algunos puntos en su trama con otras obras suyas como El Almanaque de mi Padre o Barrio Lejano, en los que de alguna manera un hombre maduro se ve transportado de nuevo a la juventud para darle un enfoque que anteriormente fue incapaz de hacer, replanteándose sus decisiones como adulto.

La historia nos narra la experiencia de Kazuhiro Kubota, un padre de familia que sufre explotación laboral, y Takuya Onodera, un joven aficionado al motocross con problemas familiares, cuando a raíz de un accidente de tráfico el alma del primero despierta tras meses de coma en el cuerpo del adolescente.

Tras descubrir que su cuerpo original ha fallecido y un largo periodo de aceptación con lo que ahora está sucediendo Kubota toma las riendas del joven para intentar enmendar algunos de sus errores antes de desaparecer definitivamente y dejarle de nuevo al muchacho la posesión de su propio cuerpo.

Kubota, ahora consciente de su muerte, tratará de contactar con su esposa y su hija no solo para verlas por última vez, si no para que sean conocedoras de la precaria situación laboral que con el paso de los años no solo le distanció  de su familia y le hizo perderse a infancia de su pequeña, si no que poco a poco le acerco hasta su muerte.

Al mismo tiempo, su enfoque más maduro servirá para ir limando las asperezas de la vida cotidiana del joven, quién tras la muerte de su madre jamás llegó a aceptar a la nueva y cariñosa esposa de su padre.

Jiro Taniguchi nos muestra una trama de corte costumbrista con elementos fantásticos en la que además de su habitual toque melancólico encontramos una fuerte crítica a la explotación laboral que es tan común en las tierras niponas.

Como es habitual en la obra de Taniguchi, nos hayamos ante una novela gráfica de pilares sólidos, dibujo de corte clásico y personajes definidos que, dejando de lado cualquier otro pormenor, logran que la historia gire completamente en torno a ellos, sus sentimientos y sus motivaciones, dejando tras de si toda una serie de dudas que nos dejan con ese sentimiento de pesar y nostalgia del que no podemos desprendernos.