Cómic Europeo: ‘La soledad del manager’, nueva entrega de la serie Carvalho, de Hernán Migoya y Bartolomé Seguí. @normaeditorial

Tras el brillante comienzo que supuso el lanzamiento de Tatuaje, el tándem formado por Hernán Migoya y Bartolomé Seguí continúa la aventura de adaptar al lenguaje del cómic la saga de Pepe Carvalho, el castizo e inolvidable detective concebido por Manuel Vázquez Montalbán. Un regreso a las calles del Barrio Chino barcelonés y a las cloacas del poder, a través de unas viñetas que huelen a cuero y pólvora, a barra de zinc, tabaco negro y trago cazallero.

En este nuevo caso, Carvalho debe remontarse a sus años mozos de agente de la CIA, cuando, en un viaje a Estados Unidos, conoció a Antonio Jaumá, mánager de la empresa multinacional Petnay. Ha llovido mucho desde entonces, Jaumá ha aparecido muerto sin calzoncillos y con unas bragas en el bolsillo, y es su viuda quien contacta con el detective para que la ayude a esclarecer las circunstancias de lo que parece ser un ajuste de cuentas sexual. Algo nada extraño a priori, conociendo la querencia del difunto por la compañía femenina de pago, si no fuera porque en esa España que sale de la larga noche franquista y empieza a despertar a la democracia hay demasiada gente dispuesta a todo con tal de conservar ciertos privilegios y a no permitir que nada ni nadie les agüe la fiesta.

CARVALHO. LA SOLEDAD DEL MANAGER
CARVALHO. LA SOLEDAD DEL MANAGER
MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN
HERNÁN MIGOYA
BARTOLOMÉ SEGUÍ
22,5 x 29,5 cm
Cartoné - 80 páginas - Color
19,50€

Como en El Gatopardo de Lampedusa, donde era necesario “cambiarlo todo para que nada cambie”, en esos albores de la Transición hay una oligarquía económica que en su día prosperó entre las muchas e impunes corruptelas del antiguo régimen, y que ahora quiere aprovechar el advenimiento de los nuevos tiempos para afianzarse en lo más alto de las élites sociales y económicas. Y ello en medio de un clima de tensión incendiario, con las calles agitadas por las carreras de los grises aporreando manifestantes y todos los extremos políticos, tanto de izquierda como de derecha, amenazando con hacer saltar por los aires el incipiente proyecto de convivencia democrática.

 ‘La soledad del manager’, nueva entrega de la serie Carvalho, de Hernán Migoya y Bartolomé Seguí.  ‘La soledad del manager’, nueva entrega de la serie Carvalho, de Hernán Migoya y Bartolomé Seguí.

El lector se reencuentra así con Pepe Carvalho, el más implacable “huelebraguetas” de la Ciudad Condal, charnego, de natural escéptico, comunista desencantado, amante de la buena cocina y aficionado a encender la chimenea de la casa de Vallvidriera con los títulos más selectos de las letras universales, así como con su inseparable familia: Biscuter, su ayudante y cocinero de confianza, Charo, esa cariñosa novia que se gana la vida como prostituta, y el viejo Bromuro, confidente de los de fiar. Pero, como es sabido, la mejor novela negrocriminal no se centra solo en la resolución de un crimen, sino que va mucho más allá para desplegar una mirada panorámica sobre la sociedad de un determinado lugar, en un momento determinado. En este caso, Vázquez Montalbán –y con él, Migoya y Seguí– brindan una radiografía descarnada del posfranquismo, desde los más bajos estratos sociales a los despachos de los ejecutivos, de los pedigüeños arrojados a las aceras, muchos de ellos los sempiternos perdedores de todas las guerras, al mundo de los ganadores y las corbatas de seda, los habanos y los vinos gran reserva.

 ‘La soledad del manager’, nueva entrega de la serie Carvalho, de Hernán Migoya y Bartolomé Seguí.  ‘La soledad del manager’, nueva entrega de la serie Carvalho, de Hernán Migoya y Bartolomé Seguí.

Ambición, deseo, violencia, esperanza y miedo, un miedo sordo y soterrado, todo lo refleja a la perfección el dibujo del mallorquín, acaso más duro y sórdido que nunca, sostenido por un guion que no solo no traiciona un ápice el espíritu de las novelas del maestro barcelonés del noir, sino que extrae de ellas todo su oscuro brillo, su genuino sabor de época y esa capacidad para ver más allá de las apariencias y mostrar una realidad que, quizás, no resulta tan lejana como parece, o como a menudo querríamos creer.