Cómic: ¿Qué es la "Nouvelle Bande Dessinée" francesa?

Se conoce como Nouvelle Bande Dessinée ó nuevo cómic francés al movimiento de autores, talleres y editoriales que desde los años 90 agitó la industria del cómic convencional, y que llevó a la publicación de obras de gran importancia para la historia de la historieta contemporánea. Hablamos de títulos como Persépolis, Epiléptico o La mazmorra, que han marcado parte del camino por el que avanza el noveno arte hoy. Lo que el crítico de cine de la RTBF, Hugues Dayez, en un libro de entrevistas de 2002, llamó nouvelle bande dessinée tuvo un origen muy parecido a la nouvelle vague francesa de los años 60, cuando directores como Louis Malle, François Truffaut o Jean-Luc Godard reclamaron un cine de autor apoyándose en un antiguo artículo de Alexandre Astruc sobre el estilo cinematográfico, para alejarse de las formas convencionales de hacer cine.

Por su parte, autores de cómic como Manu Larcenet, David B., Lewis Trondheim, Christophe Blain o Guibert reaccionaron frente al atascamiento que la industria del cómic estaba sufriendo durante los años 80, en los que las editoriales apostaban tan solo por obras que aseguraran las ventas y por géneros de gran popularidad, en detrimento de la calidad, negándose a correr riesgos, rechazando abrir el cómic a nuevos formatos o historias distintas.

La mayoría de estos artistas empezaron a colaborar juntos, asociándose desde 1992 en el taller Nawak, junto al museo de arte Pompidou, no muy lejos de Notre Dame. Unos años después se mudaron a otro taller, en la Plaza des Vosges. En 1990, como germen de este trabajo colaborativo, se había fundado la editorial L’Association a manos de autores como David B., Trondheim o Menu. En torno a esta escena parisina, completada por otras iniciativas editoriales como Cornélius, la colección (À suivre) de Casterman, o antiguos proyectos como el de Futuropolis, se reunieron los autores que iban a marcar el rumbo del nuevo cómic. Al poco se le sumarían otros provenientes de Siria e Irán, como Marjane Satrapi, que pronto se convertiría en alumna aventajada de David B. en l’Association, o Riad Sattouf.

La nueva apuesta de este grupo pasaba por recoger el testigo del cómic independiente americano (la «novela gráfica» que Will Eisner puso de moda en Contrato con Dios) y los autores franceses precedentes. Además de proponer nuevos formatos de edición, más originales, y nuevas maneras de distribución de los libros; cultivaron una estética muy poco académica, desoyendo el realismo de los personajes y los paisajes, el uso de tramas y géneros clásicos, ofreciendo argumentos inhabituales o historias autobiográficas (piénsese en Persépolis; o en Maus, su antecedente).

En cuanto al dibujo, lo convirtieron en el motor de la narración, amparándola en el uso expresivo del color (por ejemplo, recuperando el prestigio del blanco y negro), la predilección por las formas inacabadas, evitando las composiciones de página cuadriculadas hechas con tiralíneas, a menudo pervirtiendo ideas intocables como la autoría individual o la necesidad de finalizar del todo las historias. Una de los ejemplos más célebres de la nouvelle bande dessinée es La Mazmorra, una obra tan magna como genial creada por Trondheim y Sfar en 1998 para subvertir los géneros de la fantasía heroica y el humor, y por donde han pasado gran parte de los autores de esta nueva ola.

JOANN SFAR (Niza, 1971)
En palabras del guionista y crítico de cómic Santiago García, el trazo de Sfar «es un garabato mutante que pasa de lo apresurado a lo exuberante en la misma viñeta», pues «no le interesa el trazo perfecto, le interesa el trazo vivo.» Sfar, que estudió Filosofía y Bellas Artes, y es autor de un libro sobre la representación del cuerpo y el movimiento, es el ejemplo del acercamiento cultural de los nuevos autores de cómic, con una visión artística mayor y que, en su caso, abarca el terreno de la música, el cine y la pintura. El gato del rabino, donde introduce unos personajes memorables, es su obra mayor, cuyo sexto volumen aparecerá en Norma a final de 2016.

MANU LARCENET (Issy-les-Moulineux, 1969)
En 2010, al poco de publicar el primer volumen de Blast, Larcenet confesaba en una entrevista a El País que los silencios, la longitud y el blanco y negro de la página de cómic hacen el dibujo más alegre. Estas palabras, en boca de un autor que venía de publicar un cómic lleno de color y tan elogiado como es Los combates cotidianos, suponían la apuesta firme por un cambio radical que reivindica las posibilidades expresivas del cómic y la libertad de extensión, y muestra el alto grado de conciencia del medio gráfico de esta nueva generación de creadores. Terminado Blast, cinco años después, Larcenet destaca como maestro en la representación de los cuerpos, en la brutalidad y en la delicadeza.

CHRISTOPHE BLAIN (Argenteuil, 1970)
Blain es uno de los pocos autores que ha logrado dos veces el Premio de Angoulême al mejor cómic. Su estilo redondo tan particular para la caricatura es una muestra del diálogo que Blain mantiene con la tradición, que va desde la sátira visual de los políticos en la prensa inglesa del xix hasta la denominada <> por donde desfiló el rojo de Spirou o el azul de Los Pitufos. En El reductor de velocidad, donde unos marineros deambulan por el interior de un barco inmenso, Blain es capaz de hacer funcionar la trama en distintos niveles de lectura, convocando la aventura pura y dura, el relato autobiográfico de su servicio militar y el imaginario del absurdo de autores como Kafka, Gracq o Buzzati.

MARJANE SATRAPI (Rasht, Irán, 1969)
Marjane Satrapi no necesita prácticamente presentación, conocida por haber llevado su experiencia en el Irán del integrismo al blanco y negro. Persépolis, inspirada por Maus, la obra gráfica sobre la experiencia del Holocausto que le dio el Premio Pulitzer a su autor, señaló un provechoso camino que la literatura francesa ya llevaba años ensayando, el de la autobiografía y la autoficción: de Marguerite Duras y Nathalie Sarraute a Marie Darrieussecq y Amélie Nothomb. Alumna de David B. en el apartado gráfico, Satrapi ha demostrado que las grandes historias a veces solo pueden contarse con imágenes, pues el ámbito de la palabra también tiene sus fronteras. Igual que Sfar, la iraní ha hecho incursión varias veces en la gran pantalla.

DAVID B. (Nimes, 1959)
La importancia de David B. en el nuevo cómic francés es capital. Se trata de uno de los miembros más veteranos de la generación y fue uno de los fundadores de l’Association y sus actividades. Su estilo visual recoge las influencias de maestros como Pichard o Tardi y los pasa por el imaginario de Borges y la erudición esotérica más charlatana para elaborar relatos ensoñadores que alcanzan toda la fuerza del mito. Formalmente, la obra de David B. es una de las más extraordinarias tras su aparente sencillez: junto a la simplificación de las figuras, transformadas en siluetas caricaturescas, el autor moldea volúmenes cercanos a la escultura minimalista y moviliza el contenido de las viñetas para llevarlos al espacio de las formas decorativas (marcos, murales, frisos...), por no hablar de su diálogo con el blanco y negro de Die Brücke, el expresionismo alemán que actuó a principios de siglo en Dresde. Es autor, además, de una obra clave de la nouvelle bande desinée y el nuevo género autobiográfico: la famosa Epiléptico.

BLUTCH (Estrasburgo, 1967)
Thierry Groensteen, uno de los mayores especialistas de cómic del mundo, dijo de Blutch: «sin duda es uno de los mejor dotados de su generación, que no ha dejado de sorprendernos en la última década por su virtuosismo gráfico, la amplitud de su registro, y la constante oscilación de su inspiración entre humor y poesía.» Este autor, que dio sus primeros pasos en la revista de humor Fluide glacial, una de las publicaciones clave del denominado cómic adulto de los 70, se hizo en 2009 con el Gran Premio de Angoulême. Su última obra publicada en España, La luna al revés, es una desasosegante distopía sobre el destino de la industria del cómic y los mecanismos represivos de la sociedad neocapitalista.

PASCAL RABATÉ (Tours, 1961)
Junto a Satrapi, Sfar o Riad Sattouf, Rabaté es otro caso de dibujante y guionista de su generación que ha extendido su trabajo al mundo del cine. Uno de sus últimos proyectos, Fenêtres sur la rue, es un álbum acordeón al estilo de La Gran Guerra de Joe Sacco, que reivindica los formatos alternativos de publicación y cuya narración muda hace recaer todo el peso del relato en el dibujo. Sus dominios van del blanco y negro usado en su novela gráfica multipremiada, Un gusano en la fruta, a la sencillez de línea y color de Río abajo, que se alzó con el Gran Premio de la Crítica. Sus historias, descentralizadas de los grandes núcleos argumentativos, transcurren en zonas rurales, espacios banales y buscan sacar a flote la humanidad que albergan las vidas cotidianas.

LEWIS TRONDHEIM (Fontainebleau, 1964)
MATTHIEU BONHOMME (París, 1973)
Trondheim es otro de los nombres clave de la nueva generación de autores, miembro original de l’Association. Sus personajes, animales antropomórficos, se han convertido en inconfundibles. Desde principios de los 90 formó parte del OuBaPo, la versión en cómic del famoso OuLiPo, el taller experimental de escritura en cuya órbita estuvieron autores como Perec, Queneau y Calvino. A finales de los 90 dio comienzo, junto a Sfar, a una de las mayores aventuras del cómic coral: La Mazmorra, que podría funcionar como manifiesto tardío de la nouvelle bande dessinée. Matthieu Bonhomme, uno de los pocos autores que todavía mantiene cierto gusto por las figuras más terminadas y con un expresivo uso del color, desarrolla junto a él una reescritura del género western en Texas Cowboys, homenaje y transgresión respecto a los estándares del Far West.