Si hay algo en lo que destaque el bien conocido Studio Ghibli es la delicadeza con la que interpreta en sus films los momentos más angustiosos a la par que los más alegres, siendo de este mismo estudio tanto La tumba de las luciérnagas como El castillo ambulante.
Sin embargo, el film que traemos hoy, El cuento de la Princesa Kaguya, se parece más a esta primera que a la segunda, coincidiendo a su vez no solo en el estudio si no en el director, Isao Takahata, creador además de la Tumba de las luciérnagas, también de Recuerdos del ayer, Pompoko y Mis vecinos los Yamada. Recordemos sin embargo que aunque esta bonita y triste historia llegue a nuestros cines este mes realmente se estrenó en Japón a finales de 2013.
Si hacemos un repaso técnico nos encontramos ante una película larga en comparación a lo que estamos acostumbrados, ya que cuenta con más de dos horas de metraje (137 minutos) animado por dicho estudio. Sin embargo, su duración no debió de importar a los que la valoraron, ya que cuenta con varios premios al mejor largometraje de animación entre los que se encuentra el otorgado por el festival de Cine de Asia, los premios de la academia japonesa, así como los Premios de los críticos de Boston y de los Ángeles. Su director, el anteriormente mencionado Isao Yakahata, tampoco se quedó sin galardón, el cual le fue otorgado en el 67º festival de cine de Cannes.
El cuento de la princesa Kaguya
Emulando a la siempre presente Disney, en esta ocasión Ghibli ha decidido traer a la gran pantalla un cuento tradicional japonés, pero en este caso sin todo el edulcorante que añade la factoría del Ratón a sus películas.
El titulo original de esta fábula tradicional es El cuento del cortador de Bambú el cual data del siglo X, siendo considerado el texto japonés más antiguo que existe. Sin embargo, para muchos la historia no les parecerá tan lejana, ya que ha sido adaptada a múltiples formatos, desde películas y cuentos hasta llegar a aparecer en mangas contemporáneos como Sailor Moon o en Naruto.
En ella se nos narra la historia de la Princesa Kaguya, una muchacha nacida de un tallo de bambú resplandeciente que un anciano cortó como parte de su oficio diario. Sorprendido al ver que de dentro emergía una preciosa niña, tan pequeña como un pulgar, decidió volver a casa y cuidarla como a su propia hija junto a su amada mujer. Sin embargo, la sorpresa fue en aumento al ver como crecía, casi a cada minuto, pasando las horas como si fueran días, y los días como si fueran meses, hasta tener el mismo tamaño y jovialidad que cualquier criatura de 12 años.
Su infancia en la comunidad rural en la que vivía fue plena y alegre, disfrutando de las pequeñas cosas de la vida y aprendiendo rápidamente los valores más importantes como la amistad, a la par que su padre era bendecido con oro y telas lujosas con cada brote de bambú que cortaba, lo cual atribuía a presentes de los dioses por cuidar tan bien a la pequeña niña
Pero lamentablemente al convertirse en una muchacha es trasladada a la gran ciudad, donde su padre, esperando que su querida hija sea feliz, ha comprado una enorme mansión con el oro recolectado, donde educarían a la que cariñosamente llaman “Princesa” hasta conseguir que esta sea una como tal. Haciendo así feliz tanto a la joven como a sus padres.
Lo que en un principio empieza como una dulce aventura para la princesa rápidamente se convierte en un triste calvario, añorando la vida campestre, los amigos de la aldea, y el poder ser ella misma, viéndose cada día más relegada a los deseos de su padre y de su profesora, los cuales, aunque quieran lo mejor para ella, realmente la hacen infeliz.
Y entre añoranzas y pesares llega el momento de su fiesta de nombramiento, recibiendo el nombre de Princesa Kaguya, gracias a la luz radiante que desprende por su belleza y naturalidad. Este festejo, además de durar días, involucra también muchísimos pretendientes entre los que se encuentran cinco grandes nobles que compiten por su amor, pero como ella no desea casarse les propone a todos complicadas pruebas que superar para conseguir su mano.
Por suerte para ella ninguna es realmente factible y aunque los pretendientes intentan engañarla con joyas y replicas ella consigue aguantar y rechazar los elogios que tanto dinero le han costado a los pretendientes. Así poco a poco parece que la princesa va abandonando la melancolía y la soledad en la que se sume al estar en el castillo, pero entonces esta vuelve de nuevo al escuchar que el emperador quiere tenerla como esposa.
Su padre radiante de felicidad accede al matrimonio pero eso a ella no hace que entristecerle aun mas, amenazando con quitarse la vida si fuera necesario. Es este rechazo hacia todo lo terrenal, este grito de agonía lanzado en silencio por la princesa, lo que llega hasta la Luna, su lugar de origen, al que deberá retornar le guste o no.
El cuento de la princesa Kaguya, es sin lugar a dudas, un canto melancólico hacia la humanidad, recordándonos lo grande que es este estudio, y que, aunque no cuente con las mágicas criaturas estrafalarias de Miyazaki, también tiene ese encanto e incluso esa crítica social que tan bien representa al Studio Ghibli.
Así pues, aunque nos encontremos con un “cuento popular” y por consecuente con una moraleja con la que aleccionar al espectador, esta no está realmente enfocada a los niños. Para comenzar el tipo de película sería demasiado densa y carente de acción para que una criatura mantuviera su atención durante las horas de película, además de que parte de su encanto es la forma de ofrecernos un punto para reflexionar sobre lo que significa amar, crecer y vivir en dignidad con nosotros mismos y con el resto.
Es una película delicada, impregnada con mucho folclore japonés que solo serán capaces de apreciar aquellos que realmente conozcan este tipo de cine.
Así pues, aunque nos encontremos con un “cuento popular” y por consecuente con una moraleja con la que aleccionar al espectador, esta no está realmente enfocada a los niños. Para comenzar el tipo de película sería demasiado densa y carente de acción para que una criatura mantuviera su atención durante las horas de película, además de que parte de su encanto es la forma de ofrecernos un punto para reflexionar sobre lo que significa amar, crecer y vivir en dignidad con nosotros mismos y con el resto.
Es una película delicada, impregnada con mucho folclore japonés que solo serán capaces de apreciar aquellos que realmente conozcan este tipo de cine.
Tanto la propia historia original como el guion que han realizado adaptando la película, el cual, por cierto, cuenta con un final diferente en comparación con su homónimo literario, nos ofrecen una visión bastante realista sobre el problema al que se enfrentaban las mujeres de esa época.
En el caso de la protagonista podemos ver que, aunque permanece conforme ante algunos hábitos tradicionales, sí que hay otros con los que está a disgusto pero que mantiene por el hecho de contentar a los suyos, manteniendo así la imagen de mujer fiel, agradable y a la vez soberana sobre sí misma, siendo incapaz de permitir que nadie gobierne sobre ella misma sin su consentimiento. Mientras que por otro lado tenemos la imagen del padre, quien, aunque adora a su hija y quiere lo mejor para ella, se ciega ante los caprichos y refleja en su hija aquello que desea él.
Con esta idea nos muestran un relato cíclico, describiendo la historia de una forma más realista y con menos toques de fantasía de lo que estamos acostumbrados en Ghibli, pero que mantiene el espíritu del cuento original, el cual, aunque se haya alargado y modificado para encajar en las diferentes versiones, sigue exponiéndonos su misma esencia, la de la búsqueda de uno mismo, desde el nacimiento hasta la vuelta a las raíces.
Y como no podía ser de otra manera, esta película no sería una buena película de Ghibli sin una banda sonora que representara toda la belleza que desprende la historia, siendo en este caso trabajo de Joe Hisaishi, quien nos presenta una composición muy profunda y a la vez sencilla que pasa desapercibida, enalteciendo las imágenes cuando es necesario y aportándonos una dulce melodía infantil que une todo el film de principio a fin.
El siguiente elemento distintivo de esta película es sin lugar a dudas la técnica visual realizada, la cual se aleja de otras producciones más comunes y modernas para volver a las raíces de la animación, aportándonos un dibujo aparentemente realizado a mano alzada con pincel, que hace las delicias del espectador.
Utilizando unas líneas pocas veces definidas y una palea de color reducida, consigue aportar una sensación de tranquilidad y calma gracias a la apariencia de acuarelas en fondos y paisajes, mientras que los personajes principales mantienen un color más homogéneo, pero en la misma línea, la cual fluctúa de forma muy notoria según se representen las diferentes emociones de los personajes. Desde luego es una delicia visual que se sale del tipo de cine de animación al que estamos acostumbrados, lo que le aporta ligereza y un punto extra para ganarse la simpatía del espectador.
En conclusión, El cuento de la princesa Kaguya es muy bello, delicado y sorprendente, pero no está hecho para todo el mundo. Como suele pasar con las fábulas tradicionales japonesas, cuenta con mucho folclore que el público ya tiene que entender porque no se va a dar a explicar, la historia es pausada e invita a la reflexión y al menos en este caso apenas cuenta con momentos de acción o grandes altibajos, aunque sí que los haya emocionales. Lo cual en conjunto puede aburrir, o simplemente no llamar la atención del espectador medio.
Para aquellos entendidos en este tipo de cine, los que busquen algo novedoso, o simplemente estén cansados del clásico cine de Disney o Pixar, esta es una buena oportunidad de descubrir un camino totalmente nuevo y extremadamente bello, de la mano de la Princesa Kaguya