Tras su estreno el pasado 16 de noviembre, por fin hemos podido disfrutar de la nueva película de Neill Blomkamp. Para Elysium el director y guionista sudafricano ha contado con un presupuesto mucho mayor que en su primera película, Distrito 9, disfrutando esta vez del beneplácito y poder de la industria hollywoodiense.
Hasta el menos cinéfilo de los lectores habrá visto cuando menos la rapada cabeza de Matt Damon protagonizando el cartel, pero por si algún rezagado despistado aún no sabe muy bien de que va el asunto, damos un rápido vistazo a la sinopsis antes de tratar la película.
En el año 2159, los seres humanos se dividen en dos grupos: los ricos, que viven en la estación espacial Elysium, y todos los demás, que sobreviven como pueden en una Tierra devastada y superpoblada. Rhodes (Jodie Foster), una dura gobernante, promueve una rígida ley antimigración, cuyo objetivo es preservar el lujoso estilo de vida de los ciudadanos de la estación espacial. A pesar de ello, los habitantes de la Tierra harán todo lo posible por emigrar a Elysium. Max (Matt Damon) acepta una misión casi utópica, pero que, si tuviera éxito, significaría la conquista de la igualdad entre las personas de esos dos mundos tan opuestos.
A los amantes de la ciencia ficción nos han dado de lleno con una trama más que interesante: una sociedad futura y distópica que necesita un revolucionario cambio, junto a un protagonista mesiánico que hará lo imposible por ser el ejecutor de la transformación. Llegados a este punto, todo correcto, sumado a los tráilers que nos han ido bombardeando junto a todo tipo de información, a los fans de este género nos han puesto los dientes largos y unas expectativas bien altas. Conociendo el precedente de Distrito 9 vemos el nuevo film con ganas.
El principal problema de la película es que si vamos con unas aspiraciones demasiado altas, probablemente salgamos del cine con una sensación amarga. Soy el primero al que le resulta prácticamente imposible ver una película sin unas expectativas previas. En este caso tuve la suerte de leer algunas de las críticas publicadas y quedarme con la sensación de que se me iban a derretir las corneas durante la proyección. No ha sido para tanto, tampoco se han cumplido mis expectativas iniciales, pero a pesar de todo es una película que se deja ver y disfrutar.
Vayamos por partes.
La trama [CONTINIENE SPOILERS DEL INICIO DE LA PELÍCULA]
A priori, la película tiene todas las papeletas para disponer de una historia interesante y atractiva que enganche al público. La crítica social, extendiéndola a la ciencia ficción en sus películas, es algo que Blomkamp supo explotar muy bien en Distrito 9. En este caso nos lleva a un mundo y una sociedad futura con la que podemos empatizar fácilmente dada la clara similitud con lo que vivimos día a día. Unos pocos privilegiados que viven con todo tipo de lujos y beneficios, en contraposición a la gran parte de la humanidad explotada laboralmente y con unas condiciones pésimas en cualquier aspecto vital.
Al principio de la película se nos muestra Elysium, una estación espacial impresionante, como si se tratase del mismísimo paraíso. La tecnología y los avances científicos han permitido a los pocos privilegiados disfrutar de una vida plena y tranquila, no teniendo que preocuparse siquiera por el hecho de envejecer o enfermar, pues son complicaciones que para ellos han desaparecido. El reflejo oscuro de esta realidad es el planeta Tierra, donde un joven Max Da Costa lucha por sobrevivir en el orfanato con el sueño de llevar a la chica que le gusta, Frey, a la tierra prometida, así como crecer con la idea de ser especial (algunos jamás podremos apartar de nuestra cabeza al Matt Damon de Team America) y el elegido que está destinado a conseguir grandes cosas.
Ya de vuelta al presente de la historia, vemos como Max desempeña su rol de ciudadano explotado no modélico. La población está controlada por unidades militares robóticas que, lejos de cumplir las conocidas leyes de Asimov, no tardan en reducir a golpes a cualquiera que trate de saltarse las normas (en este caso podríamos decir que vacilar a un robot se pena con una paliza). Las unidades robóticas con las que tienen que lidiar los ciudadanos, y que sirven como autoridades, hacen aflorar lo peor de uno mismo: esperamos que en cualquier momento un enfurecido Matt Damon termine arrancándole la cabeza a alguno de ellos de un puntapié. Por desgracia en un principio no sucede, pero tranquilos que no nos vamos a quedar sin dosis de acción.
En el otro extremo de la balanza, en Elysium, contemplamos una población escasa que disfruta de todas las comodidades y privilegios. La figura central de esta “aristocracia” será la Secretaria de Defensa Jessica Delacourt/Rhodes (Jodie Foster), autoritaria e implacable, que se convertirá en todo un arquetipo de inflexibilidad y frialdad. Su política para mantener la utopía de Elysium es muy simple: todo aquello que pueda hacer peligrar la situación actual debe ser destruido o exterminado. Por ello, sus acciones ante los intentos de inmigración son muy drásticas, destruyendo sin el menor reparo a los humanos que intentan acceder a una mejor vida (ella directamente se la arranca por completo). No obstante, esta política tan extrema hace peligrar su puesto y debe tomar medidas para continuar con su status, lo cual, con lo que va sucediendo después, empieza a forjar algunas de las primeras pifias del argumento.
Con esto ya tenemos la base sólida de la historia: mal de muchos, bien de unos pocos. Una situación que los privilegiados van a mantener a toda costa y de algún modo, la mayoría explotada tratará de cambiar. Esta transformación empezará a tomar forma a través de Max, que sufre un accidente laboral en el que podemos ver como los trabajadores son poco más que objetos totalmente prescindibles.
El problema de una historia así es que tiene tantos aspectos positivos, interesantes y capaces de explotar que si no se llevan con cuidado terminan dejando la sensación de que falta algo, y en ocasiones, algo demasiado grande.
La historia parece girar exclusivamente entorno a tres personajes: Max, Delacourt, y el agente Kruger. En un principio, lo que parece desarrollar una trama profunda termina convirtiéndose en el pretexto perfecto para empezar a generar explosiones y escenas de acción que, aunque le quitan fuerza argumental a la película, debemos reconocer que están muy logradas (pese a la cámara documental con excesivo movimiento, en ocasiones parece que estás atravesando una montaña rusa cargada de baches).
Por desgracia, aunque la película te entretiene y tiene momentos buenos, desde un principio es demasiado predecible y no deja lugar a la sorpresa o expectación que Blomkamp consiguió en su anterior cinta. Lo mismo sucede con algunos detalles que me ahorraré para no destripar los puntos clave de la historia, pero te dejan con cara de tonto llegando a la única conclusión posible: la historia se desarrolla así porque sí, que sino no habría película.
El reparto
Los personajes más relevantes son los tres anteriormente mencionados. Por un lado nos encontramos con un Matt Damon llevado a héroe, muy diferente a lo que nos tiene acostumbrados en la saga Bourne. A veces, durante la historia, parece que tratan de hacer algún chascarrillo en referencia a una corta inteligencia (lo que nos recuerda inevitablemente a Team America u otras parodias), pero realmente creo que han sido desafortunadas elecciones en el guión y que, en lugar de mostrarnos al típico héroe buenazo, termina dejándonos con la sensación de que definitivamente es corto de luces.
La Secretaria de Defensa interpretada por Jodie Foster es, para mí, la gran decepción. Es una actriz consagrada y reconocida a la que han dado un papel al más puro estilo dama de hierro. Inflexible, autoritaria y sin escrúpulos, ese propósito lo cumple, pero es un personaje totalmente plano y desaprovechado.
En cambio considero que el agente Kruger, interpretado por Sharlto Copley, considero que es la mejor baza interpretativa de la película. Al principio me fue imposible reconocer al que hizo de protagonista en Distrito 9, pues su caracterización es radicalmente distinta, mostrándonos a un agente fiero y sanguinario bastante tocado de la cabeza. Será el que le dé más de un quebradero de cabeza a nuestro héroe, así como a quien requiere de sus servicios pues es un medio para un fin, pero recurrir a él puede ser tan útil como desaconsejable.
Los demás actores y actrices pasan prácticamente sin pena ni gloria durante la película. El papel de Alice Braga, que interpreta a la amiga de la infancia de Max, la doctora Frey, sirve como nexo para un toque romántico y emocional, pero que se deja ver como una leve pincelada, sin la profundidad característica que debería tener. Lo mismo sucede con su hija, Matilda, que tiene un intento de chantaje emocional con Max (como con los espectadores) y poco más.
William Fichtner lleva a cabo una breve interpretación (aunque no tanto como en El regreso del caballero oscuro de Christopher Nolan) de un personaje claramente incluido para ser el primer "villano" de nuestro héroe. Diego Luna se convierte en el típico cliché colega del protagonista y Wagner Moura, que interpreta a Spider, contrabandista que encarga la misión a Max, en una inicial mente criminal que termina teniendo más agujeros en sus acciones que un viejo calcetín usado. En estos casos, el problema no es la interpretación, la cual es bastante buena, sino la forma de meter con calzador muchos de los elementos que tratan de dar sentido al argumento sin conseguirlo.
Conclusión
En definitiva, si vamos esperando una película profunda nos vamos a llevar un chasco. Es una película de ciencia ficción con una dosis de acción bastante alta. El guión, aunque inteligente en un principio, va perdiendo fuerza y es mejor que no tratemos de buscarle mucho sentido a algunas de las cosas que pasan. Pese a todo, sigo diciendo que como película entretiene, es palomitera y personalmente no me dejó con la sensación de haber perdido mi dinero.