DC Black Label: ¡Plastic Man nunca más! – La tragedia del héroe que se derrite

Con ¡Plastic Man nunca más!, Christopher Cantwell y Alex Lins firman uno de los cómics más insólitos, desgarradores y visualmente perturbadores que ha publicado DC Black Label en los últimos años. Lejos del tono ligero y caricaturesco que históricamente ha acompañado a Patrick “Eel” O’Brien, este volumen de Panini Cómics (formato cartoné, 152 páginas a color, recopilando los números Plastic Man No More! #1-4) reinterpreta al personaje como un antihéroe trágico que se descompone, literal y emocionalmente, frente a un mundo que no lo toma en serio.

Portada de ¡Plastic Man nunca más! (DC Black Label), cómic de Cantwell y Lins publicado por Panini.

Cantwell —guionista de Iron Man y Doctor Doom— transforma al bufón del Universo DC en una figura de carne, culpa y mutación, enfrentando al lector con una historia que combina el drama noir, la ciencia ficción grotesca y el terror corporal más incómodo. Y lo más inquietante de todo es que, por primera vez, Plastic Man da miedo.


Un hombre que se deshace

El punto de partida es tan simple como brutal: los milagrosos poderes elásticos de Eel O’Brien comienzan a fallar. Su cuerpo, antes fluido y maleable, empieza a agrietarse, romperse y pudrirse desde dentro. Lo que en los viejos cómics era motivo de humor o asombro se convierte aquí en una maldición irreversible. Sin cura posible y con cada fibra de su ser derritiéndose, Plastic Man inicia una carrera contrarreloj para comprender el origen de su enfermedad y, sobre todo, reconciliarse con el hombre que fue.

Cantwell maneja el concepto con una sensibilidad que recuerda a los clásicos del horror existencial: lo que antes era un superpoder se convierte en metáfora de la decadencia física y moral, de la pérdida de identidad y de la fragilidad humana. O’Brien, que durante décadas fue el payaso de la Liga de la Justicia, es ahora un hombre que literalmente se deshace ante la indiferencia de los demás. Ni sus compañeros héroes lo toman en serio, ni su propio hijo lo soporta. Y es en ese desprecio donde nace la tragedia.

Páginas interiores de ¡Plastic Man nunca más! (DC Black Label), cómic de Cantwell y Lins publicado por Panini.Páginas interiores de ¡Plastic Man nunca más! (DC Black Label), cómic de Cantwell y Lins publicado por Panini.


Una historia de redención y gangrena

La narrativa avanza entre el pasado y el presente, repasando su origen criminal y su accidentada redención. Los flashbacks muestran al ladrón que cayó en una cuba de ácido y renació con un cuerpo elástico, mientras que el presente lo presenta como un hombre cansado, quebrado y condenado. Pero el verdadero golpe emocional llega cuando Eel decide usar sus últimos días para cerrar los cabos sueltos de su vida, salvar a su hijo Luke y, tal vez, evitar que alguien más sufra la misma condena.

Lejos de la parodia o del slapstick, Cantwell convierte su historia en una reflexión amarga sobre la marginación y la empatía. Plastic Man no muere como un héroe olvidado: muere como alguien que nunca fue comprendido. Y esa sensación de desolación recorre cada página del cómic.


El arte: cuando el cuerpo se convierte en horror

El dibujo de Alex Lins y Jacob Edgar, acompañado por el color de Marcelo Maiolo, alterna entre dos registros visuales que se complementan magistralmente. Lins se encarga de la parte más dramática y visceral, con un trazo orgánico, oscuro y cargado de texturas, perfecto para narrar la degeneración física del protagonista. Su Plastic Man ya no es un héroe de goma, sino una masa informe de carne derretida, plagada de grietas y deformaciones. Cada plano transmite incomodidad; cada sombra, el eco de un cuerpo que se resiste a morir.

En contraste, Edgar ilustra las escenas con la Liga de la Justicia en un estilo cartoon y colorido, cercano a la animación de Bruce Timm. Este recurso no es casual: mientras el lector presencia la pesadilla de Eel en el arte de Lins, los héroes lo ven con el tono caricaturesco de Edgar, como si su dolor fuera solo una broma visual. La diferencia entre ambos estilos se convierte así en una metáfora brillante del aislamiento del personaje.

Maiolo completa el conjunto con un trabajo de color excepcional: tonos fríos y apagados para la decadencia, paletas saturadas para el falso humor superheroico. La combinación convierte el cómic en un experimento visual sobre la dualidad de la percepción: el héroe que se ve divertido por fuera, pero se pudre por dentro.

Páginas interiores de ¡Plastic Man nunca más! (DC Black Label), cómic de Cantwell y Lins publicado por Panini.Páginas interiores de ¡Plastic Man nunca más! (DC Black Label), cómic de Cantwell y Lins publicado por Panini.


El descenso a los infiernos

El segundo acto, recogido en los números centrales, lleva la historia a un tono más noir. Cantwell mezcla el drama de redención con el arquetipo del último gran golpe criminal. O’Brien, consciente de que el tiempo se agota, se involucra en un peligroso plan que lo enfrenta con antiguos aliados y con figuras olvidadas del universo DC, como Uranium de los Metal Men, Detective Chimp o incluso Luke O’Brien, su propio hijo. En manos menos hábiles, esta amalgama de personajes excéntricos sería caótica; sin embargo, Cantwell consigue dotarlos de una humanidad melancólica que refuerza la sensación de fin del camino.

Las escenas entre padre e hijo son el corazón emocional del cómic. Luke, resentido por años de abandono, se debate entre el odio y la compasión. Su relación con Eel es el verdadero conflicto del libro: el miedo de convertirse en aquello que desprecia. Mientras tanto, el cuerpo de Plastic Man continúa colapsando, devorando su carne y su cordura.


El horror final

En el clímax de la historia, O’Brien lleva su autodestrucción al extremo. Deformado, consciente de que su materia está condenada, se enfrenta al dilema último: salvar a su hijo o salvarse a sí mismo. Lo que sigue es una secuencia que mezcla el sacrificio con el apocalipsis personal. El cuerpo del héroe se derrite en una serie de páginas que Lins convierte en auténtico arte del horror: rostros que se licuan, extremidades que se disuelven, un héroe reducido a un charco que respira.

El desenlace es devastador y profundamente humano. Cantwell no busca un final redentor, sino un cierre poético, casi bíblico: el bufón que se sacrifica para que los demás vuelvan a reír, el cuerpo que se descompone pero deja tras de sí una chispa de dignidad. La última viñeta, en la que O’Brien se mantiene consciente dentro de un recipiente sellado, resume todo lo que el Black Label pretende ser: una reinterpretación adulta, oscura y emocionalmente honesta de los mitos de DC.

Páginas interiores de ¡Plastic Man nunca más! (DC Black Label), cómic de Cantwell y Lins publicado por Panini.

Una obra de cuerpo y alma

¡Plastic Man nunca más! es un cómic que desarma las expectativas. Es grotesco, conmovedor y, sobre todo, valiente. Toma a uno de los personajes más absurdos del catálogo de DC y lo eleva al nivel de tragedia griega. Su tono recuerda al Swamp Thing de Moore o al Doom Patrol de Morrison, pero su voz es inconfundiblemente moderna, marcada por el humanismo imperfecto de Cantwell.

En un panorama saturado de historias épicas y cataclísmicas, este volumen brilla por su intimidad emocional. No hay grandes batallas ni giros de universo, solo un hombre enfrentándose al colapso de su cuerpo y a la indiferencia de quienes lo rodean. Es terror, pero también es redención. Es comedia negra, pero también una elegía.


Conclusión

Con su mezcla de horror corporal, drama psicológico y crítica al olvido del héroe secundario, ¡Plastic Man nunca más! se erige como una de las mejores obras del sello DC Black Label de los últimos años. Christopher Cantwell ofrece su guion más emocional y preciso, y Alex Lins firma un trabajo visual impresionante, tan retorcido como bello. Este cómic no solo reinventa a Plastic Man: lo convierte en un espejo del miedo a desmoronarse, física y moralmente, en un mundo que ha dejado de escuchar.