Reseña de Marvel Must-Have. El Vigía: el superhéroe olvidado que nunca dejó de existir

Hay cómics que nacen con vocación de convertirse en clásicos instantáneos y Marvel Must-Have. El Vigía, publicado recientemente por Panini Cómics, pertenece sin duda a esa estirpe. Recuperar en un solo tomo la miniserie original The Sentry (2000) y sus especiales es una invitación a redescubrir uno de los experimentos narrativos más arriesgados de Marvel en las últimas décadas: el nacimiento de un héroe supuestamente olvidado, cuya memoria fue borrada tanto en el Universo Marvel como en la mente de los propios lectores. 

Con guion de Paul Jenkins y el trazo sombrío y elegante de Jae Lee, este volumen en cartoné de 248 páginas abre de nuevo el misterio en torno a Bob Reynolds, un hombre corriente que descubre haber sido alguna vez el mayor superhéroe de la historia.

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El arranque del relato es ya un golpe de efecto. Bob es un tipo de mediana edad, con kilos de más, una vida rutinaria y una frustración latente que lo consume en silencio. Nada lo distingue de millones de ciudadanos anónimos, salvo un recuerdo difuso que empieza a despertar: la sensación de que en otro tiempo fue alguien extraordinario. 

Ese recuerdo adopta forma física en una botella olvidada en su sótano, conteniendo el suero que una vez le otorgó “el poder de un millón de soles en explosión”. Al beberlo, la memoria se desata y con ella la revelación: Bob fue El Vigía, un héroe radiante, un igual a los grandes titanes de Marvel, amigo cercano de Reed Richards, compañero de Spider-Man y guardián del planeta entero. Y, sin embargo, nadie lo recuerda. Ni los héroes, ni los villanos, ni la humanidad que defendió.

Esa paradoja alimenta la esencia de la obra. Jenkins construye una historia que se lee como un gran rompecabezas, en el que el lector avanza entre fragmentos de memoria, visitas a superhéroes que tratan de recordar y flashbacks que emulan el estilo de distintas épocas del cómic, desde la Edad de Plata hasta los años ochenta. 

Lo fascinante es cómo todo encaja sin que chirríe, pese a la osadía de insertar a un personaje tan descomunal en la continuidad de Marvel como si hubiera estado allí desde el inicio. El truco no habría funcionado sin la campaña de marketing previa, aquella broma editorial que hizo creer a muchos que El Vigía era realmente una creación perdida de Stan Lee y un dibujante inexistente llamado Artie Rosen. Pero más allá del truco comercial, lo que quedó fue un relato poderoso sobre la fragilidad del héroe y la delgada línea que separa la luz de la oscuridad.

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Porque cada héroe necesita un villano, y en este caso se trata de El Vacío, némesis y reflejo oscuro del Vigía. Su regreso amenaza con arrastrar al mundo a la destrucción justo cuando Bob empieza a recordar quién fue. La relación entre ambos no es solo la clásica lucha de fuerzas opuestas, sino un duelo psicológico que cuestiona hasta qué punto la grandeza de un héroe puede contener también el germen de su propia perdición. Jenkins explora sin tapujos el reverso tenebroso del mito superheroico, acercando al Vigía más al terreno de la tragedia griega que al optimismo solar de Superman, con quien comparte no pocas similitudes visuales.

El tono de la narración oscila entre la épica y la intimidad dolorosa, y es ahí donde el dibujo de Jae Lee se convierte en un aliado perfecto. Sus viñetas, cargadas de sombras, estilizadas hasta lo etéreo, convierten al Vigía en una figura casi espectral. Frente al brillo idealizado de otros héroes, aquí los cuerpos parecen arrastrar un peso, los rostros destilan angustia y los escenarios tienen algo de onírico y perturbador. A ese trazo se suman los especiales ilustrados por nombres como Bill Sienkiewicz, Rick Leonardi, Mark Texeira o Phil Winslade, que aportan su propio tono y enriquecen la lectura, haciendo de cada capítulo una experiencia visual distinta pero coherente con el tono general.

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Lo que convierte a El Vigía en un cómic imprescindible no es solo la solidez de su guion o la belleza de su dibujo, sino el poso que deja en el lector. La obra habla de la memoria y el olvido, de cómo incluso los héroes más poderosos pueden ser víctimas de la fragilidad humana. Bob Reynolds es un hombre roto, acosado por sus demonios internos, que se enfrenta al dilema de recordar quién fue a costa de revivir su peor pesadilla. En ese sentido, Jenkins plantea una reflexión sobre la carga del poder y sobre cómo la perfección superheroica puede esconder la semilla de la locura.

En definitiva, Marvel Must-Have. El Vigía no es simplemente la historia de un superhéroe olvidado. Es una metáfora de cómo los mitos se construyen y se destruyen, de cómo la memoria colectiva selecciona a quién recordar y a quién enterrar en el silencio. Una obra que atrapa desde la primera página y que sigue resultando tan vigente hoy como lo fue en el año 2000. Para quienes buscan algo más que peleas espectaculares y desean adentrarse en el lado más humano —y oscuro— de los superhéroes, esta edición es de lectura obligatoria.